«¡Me lo merezco, me lo merezco!», gritaba Míchel en el Mundial de 1990, tras anotar tres goles en el España-Corea (3-1). Duda también se merecía una especie de redención, una noche de gloria, un desquite personal, una canita al aire con la camiseta del Málaga CF. Él, que vivió los sinsabores del otro Málaga, el pobre, en el que el luso era el hombre de referencia, el encargado de liderar al equipo, pero no a los octavos de la Liga de Campeones, sino a continuar un año más, con más pena que gloria, en Primera División.

El destino aún le tenía reservado a Sergio Paulo Barbosa Valente un guiño, un brindis postrero, a sus 32 años, tras llegar hecho un niño del Cádiz, ser luego cedido al Levante, pasarlas canutas y ser apartado del equipo antes de irse al Sevilla y regresar, ya ininterrumpidamente a Málaga, desde 2008.

Pero Duda no se rinde. El capitán de los años perros vive sin el respaldo de la titularidad, con la pesadez que da en las piernas el banquillo y la falta de electricidad y velocidad que restan los años. Renovó casi a escondidas, sin publicidad ni el altavoz del club, cuando lo desveló La Opinión, al cumplir hace varias semanas un número determinado de partidos. No hubo fastos y siguió trabajando, porque hay algo que tenía de «chavea» en el Cádiz y que permanece, tras pasar incluso por la selección portuguesa en la última cita mundialista. Y es esa zurdita que Dios le ha dado. Un regalo divino. Una pierna que es cañón violento y, al mismo tiempo, escopeta de altísima precisión.

Le sirvió para frenar en seco el esférico en la frontal del área, al borde del descanso, y mandar el cuero a la escuadra derecha de Proto. Él no gritó ese «¡Me lo merezco, me lo merezco!» de Míchel. Se fue a la esquina donde los Malaka transforman el arte de la animación en sentimientos que erizan la piel, y pateó una valla con rabia. El gas Gazprom no estalló de milagro.

Era el primero del Málaga, que bien podría haber sido el tercero o el cuarto, porque antes Iturra, Buonanotte, Weligton y Sebas la tuvieron en sus pies. Pero bien sabía Duda que era oro puro, porque el Anderlecht se desmelenó y también golpeó, y Mbonaki, Bruno y Safari -gol anulado justo un minuto antes- pudieron hacer otros tres. Así que Duda lo celebró como aquello se merecía, como algo que había esperado durante toda su vida, y que por fin llegaba, ante el rival belga en el marco de lujo de la Champions.

El mágico escenario no fue óbice para que Jovanovic empatara a los cinco minutos de la reanudación. Kameni, debutante a su edad en estas lides y premiado por Manuel Pellegrini, lo había parado todo, absolutamente todo, hasta entonces. Pero su media salida, tras otro rechace al limbo de Onyewu, no logró frenar al balcánico, muy incisivo.

Aquello dejó aturdido al Málaga, otra vez en «modo Champions», sin Joaquín, Isco, Portillo ni Saviola. Quien sí jugó fue Toulalan. Y para qué demonios, se preguntó anoche todo el malaguismo. El francés, en una galopada a comienzos de choque, con el balón controlado, se tiró al suelo como si hubiese visto un topo en el nuevo césped. Una rotura en el biceps femoral de la pierna izquierda dicen las primeras pruebas médicas. Habrá que pasar por la resonancia magnética para saber en cuánto tiempo se traduce.

Ajenos a la maldición del galo y a su tercera lesión muscular consecutiva -antes fueron los isquios-, Santa Cruz envió a la cara externa del poste un remate fabricado por la izquierda, el maná blanquiazul anoche. Sólo cuando Sergio Sánchez ocupó el puesto de central y dejó la banda diestra a Jesús Gámez, el Málaga estuvo completo, y no cercenado. Por la banda siniestra siguieron pasando cosas. Duda, el protagonista, en una galopada -sí, han leído bien-, forzó un córner. Tras el rechace de éste, la bola la cogió Buonanotte y cambió el balón de derecha a izquierda, para que el luso controlara con la calidad que atesora, orientara el esférico y con su zurda cruzara ante Proto, para devolver la locura a La Rosaleda.

Con el 2-1 soñó el resto del malaguismo lo que faltaba de partido. Un kilito para la caja fuerte, cuando la UEFA y Hacienda quieran. Pique en la grada con los violentos del Anderlecht y reflejos de Kameni a tiro de Jovanovic. Eso... y punto. Martiricos despidió a su héroe como merecía, en un sentido homenaje que necesitaba, que merecía muchísimo. Saltó Portillo, relevo generacional. Pero a uno del final, Mbokani firmó el 2-2. A Moayad Shatat se le cayó la chequera y hasta los pagarés. De un «kilo» a medio. Pudo ser peor, porque Mbokani tuvo el 2-3. Hubiese sido injusto. El Málaga, invicto, espera rival. Se lo merece. Como Duda.