Por mucho que hayan pasado ya dos días, la dura derrota del Málaga CF ante el Reus en La Rosaleda por 0-3 aún escuece, y mucho, en el seno del club y también entre la hinchada blanquiazul. Nadie se esperaba una entrada de año tan triste como la que protagonizó el equipo de Muñiz el domingo en La Rosaleda, donde un equipo que está desahuciado, ahogado por los impagos y sentenciado a la desaparición, infringió un durísimo correctivo a uno de los principales candidatos al ascenso a Primera.

Fue una pesadilla, un duelo que se antojaba dispar por la situación económica y deportiva de ambos (el Reus llegaba con 12 profesionales y seis canteranos) y que fue un rapapolvo absoluto por parte de los catalanes. Una muestra de orgullo y honradez pese a su precaria situación que chocó frontalmente con la actitud de los jugadores y la falta de ideas desde el banquillo.

El Málaga, en vez de ir a por el partido desde el minuto uno y finiquitar un choque trampa ante un equipo que hizo todo lo posible por no comparecer en Martiricos, volvió a pecar de conservadurismo, mareó la perdiz y cuando quiso darse cuenta ya estaba por debajo en el marcador. Lo más preocupante es que no dio muestras de poder reaccionar y también se echó de menos un poco de autocrítica después de un toque de atención tan severo.

La afición sí que hizo saber su malestar al equipo. Aplaudió el coraje del rival, pero recriminó como hacía tiempo no se había visto en La Rosaleda la puesta en escena de los suyos. Lo cierto es que no fue para menos.

Más allá de que el equipo de Muñiz perdió una gran oportunidad de recuperar el liderato de LaLiga 123 y afianzarse de nuevo en los puestos de ascenso directo, la hinchada no perdona a los suyos la falta de actitud y capacidad para pelear ante un equipo que está a un paso de desaparecer.