El entrenador Rafa Gil tiene en su archivo más de doscientos clips de vídeo de aspectos individuales del mundo del fútbol, y ha vivido en Arabia Saudí, Emiratos Árabes, Inglaterra, China y España. Ahora, este malagueño de Tolox vive confinado en Malasia, en la ciudad de Johor, acompañado por su familia.

Johor Bahru es la segunda ciudad más grande de Malasia tras Kuala Lumpur y está a 30 kilómetros de su país vecino y capital nacional, Singapur. Un trayecto que en tiempos normales -y con el tráfico caótico propio de allí- se realiza en tres horas y media. Ahora, con las fronteras cerradas, en 13 minutos, pero no se puede hacer porque los malasios, y también Gil, viven confinados

"A mediados de enero, en la frontera con Singapur, ya teníamos controles de temperatura, te obligaban a ponerte mascarilla, a la vuelta a Malasia el control era igual de exhaustivo y en los colegios era igual, aunque nos confinaron el 20 de marzo, un poco más tarde que en España, hasta el 12 de mayo", comenta a Efe Rafa Gil desde su casa en un barrio residencial de Johor.

Allí, las instituciones gubernamentales tomaron la decisión de confinar a sus ciudadanos más tarde porque el pico de casos llegó más tardío en comparación a España y ahora son alrededor de 5.400 los casos y 98 muertes.

Actualmente, el técnico malagueño dirige al filial del Johor, que "es el Real Madrid o el Barcelona de Malasia, el dueño del club apuesta por la entidad y las instalaciones son fantásticas", con "dos campos de césped natural para entrenar con el filial", por lo que asegura que está "contento".

Sus entrenamientos en el verde han sido sustituidos por sesiones de video llamadas grupales y análisis de vídeo para mejorar y aprender los aspectos individualizados del fútbol.

En Malasia, la liga acaba de comenzar, llevan cuatro jornadas "y lo que harán será ampliar la liga y quitar la copa para poder acabar", por lo que Gil cree que volverán a jugar "a mediados de julio, y se hará sin público".

A diferencia de lo que ocurrió en España, los malasios disputaron sus últimos partidos a puerta cerrada, sin público y usando mascarillas antes de ingresar en el terreno de juego, "una sensación extraña, especialmente antes de empezar el partido, porque no escuchas ni ves nada, pero luego te acabas metiendo en el partido", afirma el entrenador.

Sobre cómo ve la situación en España, Gil señala que "cuando unos dicen sí, otros no, parece que no hay consenso entre Federación, LaLiga y futbolistas, pero lo principal ahora es la salud".

"LaLiga o la Federación no es quien tiene que decidir si el campeonato se acaba o no, lo tiene que decidir Sanidad porque es una cuestión humanitaria", concluye.

Rafa Gil está acompañado por su mujer, Ángeles, y sus dos hijos, Julia (13 años) e Iván (8) que siguen dando clase de manera telemática y están aprendiendo chino y malayo; él, por su parte, se comunica en inglés y también puede hacerlo en árabe y están en continuo contacto con sus familiares en Tolox.

La diferencia con su país natal es que ellos pueden salir por su urbanización, un enclave que cuenta con campo de golf y parques, por lo que "se puede coger la bicicleta, hacer deporte, salir en familia a dar un paseo, pero si quieres salir del recinto te paran, te toman la temperatura y tienes que llevar mascarilla".

Espera que el Ramadán, recién empezado, surta efecto para afianzar todavía más el confinamiento y volver a una vida normal "cuando el ayuno acabe, aunque serán necesarias varias semanas de pretemporada para volver a jugar, lo óptimo serían ocho, pero eso será imposible".

Tiene un año más de contrato y su familia está más que adaptada al cambio de países. Con tan solo 44 años a este explorador futbolístico le queda mundo por recorrer.