«Mi vida con la historia de la Fundación va cogida de la mano, ya que yo ingresé en el mismo año que se fundó». Así resume Emilio Córdoba Arjona su vinculación con la Fundación Huérfanos del Cuerpo Nacional de Policía, a la que se incorporó como beneficiario al fallecer su padre, funcionario de policía.

Córdoba asegura que a la fundación le debe todo, porque ha estado ligado prácticamente toda su vida a ella y le ha permitido desarrollarse profesionalmente, hasta que causó baja al cumplir la edad de 30 años. También valora el hecho de haber sido nombrado patrono, ya que considera que es un gran reconocimiento a su trayectoria al mismo tiempo que una gran responsabilidad para con los actuales beneficiarios, siendo actualmente el más joven de los miembros del patronato.

Este antequerano recuerda una anécdota que su madre le contaba al respecto de su padre. «Mi padre pertenecía a la unidad de escolta del diputado nacional Rupérez y, en el año 1981, estuvo presente en el Congreso de los Diputados el día que se efectuó el golpe de Estado. Cuando entraron en el Congreso por donde estaban los escoltas, los tiraron al suelo y les quitaron las armas. Tampoco les permitían ni siquiera mover la cabeza». Cuenta que «en el momento que Tejero entró por la puerta del Congreso, mi padre se tranquilizó», y esto se debe a que, en aquella época, la principal amenaza que mantenía a todo el mundo en alerta era el gran número de amenazas de la banda terrorista ETA, muy activa durante los años 80, hecho que hacía que los funcionarios de policía tuvieran gran temor por perder sus vida, aunque, como comenta, «a día de hoy también están en peligro, ya que la calle, los sucesos y muertes silenciosas, como la de la enfermedad del cáncer, siguen estando ahí presentes». A día de hoy, Córdoba agradece que su padre, al igual que tantos funcionarios de policía, donará una mínima parte del sueldo (actualmente, en la escala básica corresponde al 0,5 por ciento del salario base) para que la fundación ayudase a todos los hijos de compañeros fallecidos, pudiendo así garantizarles un futuro mejor a pesar de tan dolorosa pérdida. Como se suele decir, «hoy por ti y mañana por mí».

Córdoba anima a todos los funcionarios de Policía a seguir destacándose por su carisma de generosidad y solidaridad, haciéndolo en primera medida para con los hijos de sus propios compañeros fallecidos a través de la aportación de su cuota a la Fundación, siendo claramente éste un seguro de vida para los hijos del cuerpo, fruto de una gran labor y una muy destacable generosidad de todos los funcionarios de policía.

La Fundación Huérfanos del Cuerpo Nacional del Policía nace en el año 1991, institución resultante del anteriormente denominado Colegio de Huérfanos de Policía, que se funda en el año 1912 y mantuvo actividad hasta el año 1989, finalizando su actividad en los edificios y solares que dicha institución posee en Plaza de Carabanchel número 5, en Madrid.

A finales de los años 80 el colegio va mermando el número de alumnos, motivado por el desarraigo que producía en una familia el hecho de perder al funcionario, al tiempo que sus hijos pasaban del domicilio particular al Colegio de Huérfanos en Madrid para desarrollar sus estudios, provocando esto una situación de desagravio en la madre al perder al marido y al tener que apartarse de sus hijos se hizo que la escuela se convirtiera adía de hoy en lo que es la Fundación.