'Falcon Lake': los fantasmas de la adolescencia

Hay una expresión de uso común en la crítica de los últimos años. Es ésta: el fantástico como escenario. Con ella, se suele aludir a aquellas películas que, sin adentrarse del todo en el cine fantástico, utilizan recursos del género para enriquecer o singularizar la historia. En la mayoría de los casos, esa utilización del fantástico es puntual (la inclusión de una escena onírica o alucinatoria, por ejemplo) o estética. En este último caso, los autores suelen optar por un ambiente a unos grados de separación de la realidad. Pero pocas veces esa atmósfera interactúa realmente con la historia y los personajes. En definitiva, lo del fantástico como escenario le suele quedar un poco grande a muchas de esas películas. No es el caso de 'Falcon Lake', sorprendente debut en el largo de la actriz canadiense Charlotte Le Bon.

La directora, también coautora del guion, ambienta en los alrededores de un lago una historia de iniciación: un adolescente se enamora de una chica algo mayor que él. En torno al lago hay un misterio, y ese misterio empapa las imágenes (rodadas en 16 milímetros) de una forma abrumadora. Las cubre, las condiciona, las matiza. Y, al hacerlo, la relación de esa pareja con la energía juvenil, el deseo, el miedo y la muerte adquieren una condición puramente fantasmal que nos conecta con la melancolía de una época, esa adolescencia, que nunca llegamos a comprender del todo.