Málaga es diferente. Lo que fue Spain, nos lo hemos quedado enterito para nosotros varias décadas después de que pasara de moda como eslogan y chascarrillo. No nos hace falta ni los Pirineos para mantenernos al margen de lo que pueda ocurrir allende nuestras fronteras. Aquí no copiamos ni lo moderno ni lo antiguo (a no ser que se prepare un congreso del PSOE), siempre nos mantenemos. Ya lo dijo Bergamín en 1926 en un sabio poema, aún (e imagino que por siempre) de plena actualidad. Afirmaba atinadamente este hijo de malagueño que nuestra ciudad "limitaba al Norte con el Océano Glacial Ártico y al Sur con el Océano Glacial Antártico; al Este con el mar del Japón y al Oeste con el mar del Japón otra vez". Así seguimos, a lo nuestro. A pesar de la crisis, de que cada año critiquemos que la política turística no debe conformarse con proponer días soleados en playas masificadas de cartón piedra, del temor a supuestas competencias ex yugoslavas o magrebíes, llegan los datos turísticos y a los quejicas, nos toca mirar hacia otro lado. Ni propagación cultural, ni divulgación del patrimonio, ni creación de itinerarios verdes en los pueblos del interior, ni incentivar el turismo de congresos, ni especialización en recursos gastronómicos, ni impulsar la difusión del folklore, ni hacer nada de nada, nos hace falta para que todo vaya viento en popa.

Málaga sigue creciendo por encima de la media andaluza y se resiente menos que otras provincias por la crisis económica según el consejero delegado de Analistas Económicos de Andalucía (sociedad de estudios del grupo Unicaja), Francisco Villalba, que asegura que el liderazgo de la provincia se debe al turismo, que supone casi el 30% del PIB de la provincia.

Su último informe trimestral señala el estancamiento de la demanda hotelera en Andalucía, haciendo la salvedad de nuestra provincia, en la que asegura que el número de viajeros ha aumentado de forma muy significativa. De hecho, los datos que se manejan desde la Consejería de turismo andaluza señalan a la Costa del Sol como el eje turístico de Andalucía, acaparando el 40% de las pernoctaciones totales. Para el Consejero, Luciano Alonso, "el sol y playa está fuerte en estos momentos después de un tiempo en el que parecía que estaba en decadencia". Él lo relaciona con "el flamenco, la copla o bailar sevillanas", yo con la tortilla de patatas y el botijo. Es más, asegura que están haciendo promociones especiales de Andalucía en diversas ciudades donde, entre otras acciones (copita de fino y jamón de jabugo) se le enseña a los visitantes a tocar las palmas, ole que ole y olé.

Ayer vi a una austrohúngara a la que intenté cantarle una coplilla pero, aún con pinta playera, me preguntó por la casa de Picasso. Picasso, sol y playa que me sirven para retomar el poema de Bergamín: "¿Málaga existe? Se supone que la descubrió a principios del S. XX el aventurero Pablo Picasso; o que la inventó, entre perspectivas septentrionales, y por sorpresa".

Lo dicho, todo igual, a pique de la filoxera. A la playa con chancletas, que hay mucha crisis para el ocio del arte y poco tiempo de vacaciones. A Málaga, para tocar las palmas y olvidarse de las facturas, las hipotecas y lo que haga falta. En remojo y al tintito.

Málaga: "No tiene remedio. La había soñado para poder llegar a verla. La he visto para no poder volverla a soñar. Me moriría si no".

¿Ochenta y dos años más?