Charlaba una vez con un buen amigo del PP y me comentaba con sorna que Marisa Bustinduy para ellos constituía su filón de votos. No se trata de hacer leña del árbol caído pero, por desgracia para el bien del vecindario, no hay más que fijar la vista en el PSOE de Málaga para ver cómo queda la huerta tras el paso del campesino por los surcos. Con independencia de la opción ideológica que a cada quien le haga tilín, no es bueno que cualquier instancia gubernamental campee sola por su paraíso como cualquier Adán, según dijo Dios, por más que la compañía en sí no garantice la limpieza de los procederes, si seguimos leyendo el ´Génesis´ y llegamos a la parte de las tentaciones, y Caín y todo eso. La oposición no certifica la felicidad de los gobernados pero menos, que el político ande solo por esos caminos del poder. Sin embargo, el propio grupo socialista del Ayuntamiento de Málaga dejó a don Francisco sin compañía, y más se oye y escucha a un Moreno Brenes, que sí que camina consigo, que al resto del coro oponente. En Diputación, donde el pueblo, no los pueblos, digiere una democracia de baja intensidad con jefes no elegidos de modo directo, las cábalas se hacen de otro modo. Ahí manda una facción muy concreta del socialismo. ¿Alguien imagina al actual presidente, contra el que nada tengo, frente a comicios provinciales para el cargo? Pero el sistema exhibe estas singularidades y unos se benefician cuando otros padecen los vuelcos de la balanza, que en Diputación muestra grandes signos de inestabilidad, incluso dentro del mismo partido, como dejan bien claro las legiones gobernantes a la mínima que puedan.

En esto, por fin llegó el elegido, Miguel Ángel Heredia, al que poco favor hizo Bustinduy tocándolo con su varita mágica como destinado para la gloria. El sector crítico de Fernando Arcas tuvo un fácil disparo con solo señalar el gesto y al delfín, aunque se desprende de los resultados que tampoco así encandiló a la militancia. A Heredia le queda ahora la compleja tarea de recomponer un partido, de facto, quebrado entre los que anhelan aires de Madrid, los que prefieren azahares de Sevilla, los obligados al silencio y los que ni se mueven para que no acaben por donde quienes hace tiempo quedan fuera de las fotos provinciales. Un difícil reto que ha ilusionado al elector socialista con carné y urnas enjaezadas de rosa y puño, pero que aún debe imantar a un enorme número de ciudadanos para que Don Francisco de la Torre, Esperanza Oña o Ángeles Muñoz se contemplen en la trinchera opositora y, además, la Diputación no pase a manos de los Populares en las siguientes elecciones. Se requiere un programa con ideas concretas y, sobre todo, con listas donde no se abunde más en lo mismo. Miguel Ángel Heredia no llega al escenario con aura renovadora, su gestión dirá; por el momento, arrecian el estiaje y la siesta.