Podía ser una película en blanco y negro de Wenders, de aquellas preciosas y largas que la progresía aguantábamos por pura militancia. Y también por estética: "En el curso del tiempo" o "Alicia en las ciudades". Ocurre igual con los piratas, que no son tales, sólo somalíes sin refugio y organizados para la extorsión. Por si fuera poco, desde Londres, con lo cual algunos ya están citando los agravios de Drake a los navíos de nuestro imperio. Da igual, porque lo grave es lo mal que lo están pasando los hombres del Alakrana. El resto es pura fanfarria en la que, cómo no, tenía que estar metido Garzón cual salsa imprescindible e indigesta. Después, los ministros y ministras, suben y bajan, vienen y van, seguro que con buenas intenciones, pero dando unas extrañas apariencias. La vicepresidenta dirigiendo el gabinete de crisis desde la embajada de España en Argentina, sin mesa para poner papeles ni teléfono. La ministra de Defensa en silencio hasta el miércoles. El de Exteriores, al mando de la operación y el presidente reclamando prudencia y consiguiendo el silencio de los afectados familiares, tan víctimas como los que están en el Índico. Suena a despiste, improvisación y paso en falso. Pero quién tiene la fórmula mágica para no meter la pata en una situación tan delicada. Que no se la pidan, por favor, ni a Dolores de Cospedal ni a Soraya, y mucho menos a su jefe: la que hubieran liado estos en el poder si cuando estuvieron, fueron capaces de marear un petrolero de más de setenta mil toneladas, hasta que se le partió y lo llenó todo de porquería. Aquellos sí que eran gabinetes de crisis presididos por el bigote de López y repletos de hilillos. Por eso, mejor calladitos no vaya ser que a alguien se le ocurra mandar al tercio de la Armada a montarla de verdad y tengamos otro argumento para una peli de Ridley Scott.