Tengo delante las fotos y semblanzas de los nuevos integrantes de la diarquía europea, Van Rompuy y Ashton, hombre y mujer, belga e inglesa, astuto y correosa, derecha e izquierda (moderadas, claro), semicalvo él y de cabello prieto ella, activo y melancólica, etcétera. Él me recuerda a un excelente político regional que conocí, con su rostro de ardilla, y ella a una mujer de Modigliani, homenaje al caballo. Llamar a esto análisis sería una frivolidad, pero ¿son más creíbles los que se hagan a partir de biografías y declaraciones? El poder cambia a la gente, y el tránsito al gran poder grandemente. Ardilla y caballo son dos animales queridos por todos. Dan pocas confianzas, dejan acercarse lo justo, muestran carácter, tienen el narcisismo aquilatado, y en la fabulación humana acerca de ellos no hay historias innobles. En una Europa sin carisma no desentonan con el medio. Quizás sirvan.