Hasta no hace mucho tiempo, el deporte había venido protagonizando una gran paradoja, evidenciada en el contraste existente entre su extraordinaria trascendencia social y el escaso conocimiento de su verdadera dimensión económica. Daba la impresión de que la resistencia observada operaba en un doble sentido: la economía parecía reticente a adentrarse en un campo no tradicional, mientras que el deporte se mostraba refractario, a veces provisto de una engañosa venda en los ojos, a una posible invasión de la ´ciencia lúgubre´.

Afortunadamente, desde uno y otro ámbito vienen produciéndose movimientos convergentes e irreversibles. En el primero de ellos, los investigadores andaluces se han mostrado bastante activos mediante aportaciones significativas que han permitido avanzar en la aplicación de métodos y en la obtención de informaciones valiosas sobre la realidad económica del deporte. Dentro de esa línea, recientemente ha sido presentado el estudio "Actividad económica del deporte en Andalucía 2008", elaborado por el Instituto de Análisis Económico y Empresarial de Andalucía, con el patrocinio conjunto de la Consejería de Comercio, Turismo y Deporte de la Junta de Andalucía, y Unicaja, cuya aparición representa un notable hito para el conocimiento y la apreciación del alcance económico del deporte.

Cualquier aproximación al deporte desde una perspectiva económica ha de partir, en mi opinión, de una premisa: el reconocimiento de las dificultades existentes para definir y delimitar de manera precisa el ámbito de las actividades deportivas en la práctica. Tan importantes y extendidas son la presencia y la influencia del deporte en la sociedad como ardua la tarea de acotarlo, dadas sus múltiples manifestaciones y expresiones.

El citado estudio concluye que la producción anual del sector del deporte en Andalucía, cifrada en 3.360 millones de euros, representó un 2,2% del PIB regional en el año 2008 (para hacernos una idea, una cifra coincidente con la producción económica total de una provincia como Ávila). A su vez, el empleo correspondiente a la oferta del referido sector era de 51.471 personas, lo que equivale a un 1,6% de la ocupación total en Andalucía. Por lo que respecta a la demanda, el gasto privado total en deporte alcanzó en 2008 en dicha región un valor de 4.231 millones de euros (2,8% del PIB).

Partiendo de la omnipresencia del deporte en la vida de los ciudadanos, las cuantificaciones de su impacto económico real, según se desprende de las distintas estimaciones efectuadas hasta la fecha, ofrecen cifras que, no obstante su relevancia, pueden estar distantes de las expectativas que, a tenor de la extensión de las actividades deportivas, podríamos habernos creado. En tal caso, podría generarse una no desdeñable decepción, unida a una posible resistencia a aceptar que tales guarismos reflejen la verdadera importancia económica y social del deporte.

Con independencia de que se mantenga o no una posición de escepticismo respecto a la magnitud de las cifras estimadas, cabe formular algunas consideraciones. De entrada, hay que señalar que el deporte es uno de los ámbitos donde más claramente el PIB evidencia sus limitaciones, al circunscribirse a la cuantificación de actividades con reflejo monetario. Así, por ejemplo, debe tenerse presente que la actividad deportiva más extendida entre la población, la de andar, no conlleva ningún tipo de gasto corriente.

En segundo lugar, la contabilidad económica no tiene en cuenta el carácter colectivo de los beneficios del deporte o no registra algunas de sus implicaciones (mejora de la salud, aumento de la productividad laboral, satisfacción de los aficionados y de la población en general por los éxitos deportivos alcanzados…). El deporte constituye una auténtica inversión que revierte en un estilo de vida saludable y favorece la integración social, lo que no es fácil de plasmar en los registros contables. Aunque también hay efectos colaterales negativos asociados al deporte, algunas de cuyas manifestaciones son sobradamente conocidas, la balanza se inclina claramente hacia el lado positivo.

Por otra parte, los datos del PIB son incapaces de recoger un aspecto fundamental en el deporte activo, como es el hecho de que el deportista es el propio artífice de la actividad realizada. No menos difícil de captar por las cuentas económicas es la valoración de las actividades de consumo de programas deportivos ofertados gratuitamente por medios radiofónicos o televisivos.

En fin, estableciendo un paralelismo con el sector de la energía, cabría destacar que éste representa menos del 3% (2,4%) del PIB de España, lo cual no le impide ser un sector auténticamente estratégico y crucial para el funcionamiento de la economía. Si la energía aporta el impulso imprescindible para que el aparato productivo pueda funcionar cada día, también el deporte aporta un ingrediente insustituible para que las personas que sustentan el sistema económico estén en condiciones de hacerlo, física y anímicamente. Sin el deporte (activo y pasivo), probablemente seríamos menos productivos, menos ricos y, por supuesto, menos felices. Aunque, evidentemente, el deporte tiene también su lado amargo, que contribuye igualmente a su grandeza.

* Catedrático de Hacienda Pública de la Universidad de Málaga