La gente ya no se levanta por las mañanas con cara de crisis. Uno se coloca ahora delante del espejo del cuarto de baño, con la cuchilla en una mano y la espuma de afeitar en la otra, y en vez de susurrar la marcha fúnebre de Chopin se pone a tararear con voz enérgica y decidida el «chunda-chunda», la letra oficiosa de nuestro himno nacional. Y cuando baja al bar de la esquina a tomarse el cafelito esboza, con sonrisa de oreja a oreja, un saludo al amigo de la barra: «¡Salam aleikum!», en honor a nuestro jeque favorito, el qatarí Abdullah Bin Nasser Al-Thani. El sheikh ha limpiado las telarañas de la caja fuerte del Málaga CF y ha puesto en ella petrodólares con el único fin de llevar al equipo de nuestros amores, de aquí a cinco años, a la Champions League, que es el torneo donde juegan los buenos-buenísimos del Viejo Continente los martes y miércoles entre semana. Y cuando aterrizas en la oficina, en la del INEM o, el que tenga la dicha, en la de su trabajo, ya no recuerdas a Taquan Dean, Zabian Dowdell o Pooh Jeter, los tres últimos esperpentos de nacionalidad estadounidense que vistieron la camiseta del Unicaja. Uno ya farda de Terrell McIntyre, que, según decía el otro día La Opinión, ha sido el mejor base de la Euroliga –la competición que juegan miércoles y jueves los buenos-buenísimos en baloncesto– en dos de las tres últimas temporadas.

El deporte, muy especialmente en Málaga, le está dando cuartelillo a Zapatero, Griñán, De la Torre y hasta al presidente de la comunidad de vecinos. El cruce de semifinales de la selección ante Alemania paralizará mañana el país. Lo del jeque ha obrado en Málaga el milagro del pan y los peces. Casi 20.000 aficionados, en estos tiempos de embargos, desahucios y problemas, han pasado por las taquillas de La Rosaleda para adquirir sus carnés. La compra-venta del club ha sido suficiente estímulo para que se haya batido su récord histórico de abonados a estas alturas del verano. Y eso que aún no se ha cerrado ningún fichaje. Para muchos, la marcha de Muñiz ha sido acicate más que suficiente. Y en el universo Unicaja todo vuelve a pintar de verde. La primera caja de Andalucía sigue apostando por el básket. Y que siga muchos años, a Dios gracias. Los cambios en la estructura de la entidad han traído ya a McIntyre, un tipo de jugador en plan ciencia ficción que el Carpena, tras tantas excusas estériles y recientes, necesitaba, merecía y ahora, por fin, gozará.