Cuando el martes conocía la noticia de que el área de Cultura del Ayuntamiento había contratado los servicios de Delia Piccirilli para mejorar la Cabalgata de Reyes lo primero que pensé es en todas las crónicas de esta celebración que he escrito y firmado a lo largo de mi etapa como redactor de este periódico. Han sido muchas y en todas, por aquello de la objetividad, he tenido que contenerme más de una vez, aunque mis jefes piensen lo contrario. Afortunadamente, ahora me encuentro ante un artículo de opinión y exactamente a un mes de que lleguen los Magos de Oriente para dejar sus regalos junto a los zapatos en el salón. El Ayuntamiento se va a gastar 12.000 euros para que le asesoren desde Madrid sobre cómo organizar la cabalgata cuando los cofrades, malagueños de Málaga, llevan años aportando ideas gratis que no son escuchadas. Lo pensé nada más conocer la noticia. Lo exclamé en voz alta en la redacción (hay testigos) y después de leer algunas páginas web semanasanteras como El Cabildo, siento como mi punto de vista es compartido.

La Cabalgata siempre me ha parecido un ejercicio patético más por desacralizarlo todo. ¿O acaso fue Bob Esponja a adorar al Niño? Nunca he estado en contra de la incorporación de pasacalles y de aparición de personajes de dibujos animados, pero sí de la supresión total de cualquier signo religioso, como viene ocurriendo: Estrella de Oriente, escenas de la Natividad e incluso de pastorcillos. Y no olvidemos el origen de la Cabalgata y el motivo de su salida a la calle: la Epifanía. ¿Acaso no podrían convivir una carroza con la Anunciación y otra con un dragón escupe-fuego? Al fin y al cabo, se trata de un espectáculo lúdico que se desarrolla ante la mirada atónita e ilusionada de miles de niños que aguardan con impaciencia a que les entre el sueño. Nadie va a confundir el confeti por el incienso. Los cofrades, la Agrupación, llevan más de 50 años participando con la designación del Rey Gaspar, que cada año es encarnado por un hermano mayor. Hay cola. También cede sus sillas y las monta. Más de una vez ha intentado hacerse escuchar, pero el desinterés municipal se ha repetido. Los cofrades son expertos en las puestas en escenas procesionales, asumirían esta labor como un servicio más a su ciudad. Garantizando una cabalgata para todos los gustos, pero siendo lo que es, y no una recreación cutre del Entierro del Boquerón. Además, lo harían sin cobrar. Y si cobraran, destinarían ese dinero a obras asistenciales, por ejemplo, a juguetes para los niños a los que Sus Majestades no pueden visitar.