Me ha llenado de admiración la película titulada De Dioses y Hombres. En su mayoría, el cine actual, salvo excepciones que también las hay, está lleno de violencia entre personas, sorpresas y desconcierto, donde también el sexo ocupa un lugar muy relevante y situaciones extremas que no llevan a ningún mensaje, que dejen huella en el espectador.

Este director Xavier Beauvois, metido en ese bombardeo generalizado se lanza a escribir un gran guión, basado en hechos reales y con una gran profundidad.

Se adentra en un monasterio del Magreb. Cuenta la historia real de unos monjes cristianos que fueron secuestrados y asesinados por islamistas radicales en los años noventa. No resta curiosidad al referir estos datos, la película tiene mucho que saborear y aclarar conceptos. Por eso es bueno, de vez en cuando, llegar a una película de este estilo, como leer en prensa una buena información o encontrar un buen libro. No embotarse en banalidades, lejos de la reflexión y la profundidad. Es la ocasión de ir a verla, como existe otra opción libre de no ir, como libres somos quienes no asistimos a otros estrenos.

Me parece conveniente verla, porque es difícil ser juzgador sin haberla presenciado con tranquilidad, con pausa y la lentitud que merece su reflexión. Es perfectamente comprendida, cuando se pone sensibilidad y profundidad en ello.

Esta película merece la pena verla porque consigue transmitir un mensaje conciliador, y a la vez reflexionar sobre cosas de este mundo que nos ha tocado vivir.

Premiado por el Jurado del Festival de Cannes en el 2010 y representando a Francia para los próximos Oscar, De Dioses y Hombres es una obra maestra, conmovedora, que nos puede servir para no dormirnos en los laureles, para no conformarnos con todo «aquello que nos echan».

Quizás no sea apta para personas que no sienten, que el alma está para hacerla fructificar. O no saben lo que el amor y la belleza que esta película refleja nos lleva a saborearla, aceptando su finura sin límite.

Un director que en su exposición ayuda a engrandecer el espíritu. De esta película se consigue salir con el convencimiento de que el sacrificio aceptándolo con la propia lucha, todavía tiene valor en estos tiempos; son conclusiones positivas que a veces se quieren olvidar.

Ayuda a saber vencer los obstáculos, que nos privan de la luz y fortalecer la vocación aceptada en su día y que no se resquebraja, porque la lucha vence la debilidad, la tentación y el miedo. En la fortaleza de estos monjes, –hombres al fin y al cabo–, queda claro que la heroicidad es moneda que muchos aceptan convencidos de que vale la pena.