Un tercio de siglo después, se juzga en Pnom Phem a los secuaces de Pol Pot. ¿Cómo se llega a Jemer Rojo? Es fácil horrorizarse ante la barbarie, pero deberíamos buscar lo que llevemos dentro de Jemer Rojo (o Azul, da igual). Lo primero para ser Jemer Rojo es creer mucho en algo, y en que se puede hacer que lo blanco sea negro y lo negro blanco. A continuación debe uno rodearse de gente sanguinaria, de la que siempre hay retén, aunque en tiempo de paz se disfracen de palomas de parque. Lo siguiente es empezar a imponer, por sólidas razones, un cambio radical. Siempre habrá quien se resista, y si no, se inventa. Al resistente conviene primero difamarlo, ponerlo en la picota como enemigo del pueblo, echarle encima a la gente. Llegados ahí, hay que matar a algunos, con el argumento de eliminar el miembro enfermo. Luego es ya igual que comer pipas: la sal tira del gusto.