A partir de mañana, todos los cigarrillos vendidos en la UE deberán apagarse solos si no se está fumando. Pitillos con tendencia reducida a la ignición, lo que puede proteger a cientos de ciudadanos del peligro de incendio. Deseo que nuestros políticos se revistan del mismo papel para controlar las quemas morales que tanto nos provocan.

A cuatro días de las elecciones generales de esta existencia de incertidumbres, hoy se celebra el Día Internacional de la Tolerancia, desde la firma del Documento Final Cumbre Mundial 2005 (A/RES/60/1), los jefes de Estado y de Gobierno reafirman su compromiso de fomentar el bienestar, la libertad y el progreso de los seres humanos en todas partes, así como de alentar la tolerancia, el respeto, el diálogo y la cooperación entre diferentes culturas, civilizaciones y pueblos. Y reflexiono sobre el concepto tolerancia: diferencia consentida entre la ley o peso teórico y el que tiene las monedas.

Busco el germen de la tolerancia, es decir, la acción del verbo: sufrir, llevar con paciencia; permitir algo que no se tiene por lícito, sin aprobarlo expresamente… Pensé en un marino, sabio poeta – José García Pérez–, esto es, un amigo tolerante, y deduje que la poesía no hace que se generen grandes vidas con planes de éxito efímero; que constate el deambular del político para el eterno recuerdo de su trasiego.

Ilusiones fotográficas desmarcadas, que para muchos próceres consisten en evacuar el complejo de su ego como algo informe que nos/ les conduce a la nada. No. La poesía inmortaliza.

El lector, en su mapa mental, percibirá que hablo de muerte y de la inmortalidad en este mes, once, donde todo nos conduce al llanto del desasosiego. Todo: Málaga; Andalucía; España; Europa… Este actual mundo. Y recuerdo hoy a José Saramago cuando escribe: «Pienso que todos estamos ciegos. Somos ciegos que pueden ver, pero que no miran». Mi sentimiento a Manuel Ruiz, persona que supo mirar.