La realidad es muchas veces una percepción que depende del lenguaje. El uso de determinadas palabras puede ayudar a transmitir sensación de seguridad, rigurosidad, miedo, alegría, una apreciación positiva o tristeza. Hay muchas teorías al respecto y los políticos las aplican con eficacia germánica €ahora que está tan de moda€ para adecuar la percepción a lo que uno quiere. Algunos de los ejemplos más llamativos, por fallidos, son los famoso «brotes verdes» de la economía o aquel «aterrizaje suave» de 2008 para no hablar del batacazo que nos estábamos dando. El aterrizaje puede que fuera suave, pero dolió como si la economía española fuera una piedra en caída libre.

El caso es que en los últimos tiempos uno de esos grupos dedicados a pensar para los políticos ha lanzado el mensaje de la austeridad. Y suena bien. Uno escucha aquello de presupuestos austeros y se piensa que van a eliminar gastos inútiles, que se va a actuar con rigor y no con la imprudencia de años anteriores. Vamos, que eso transmite seguridad.

El problema es que parece que nos hemos olvidado de qué significa ser austero y para eso tenemos a la Real Academia de la Lengua, que nos recuerda que la austeridad significa: «Severo, rigurosamente ajustado a las normas de la moral». Vamos, que un presupuesto austero no incluye robos, extorsiones, chantajes o dinero para asesinatos, cosa que se agradece, por otra parte.

Si seguimos leyendo encontramos otra acepción de la palabra: «Sobrio, morigerado, sencillo, sin ninguna clase de alardes». Quizá aquí se ajuste un poco más, porque no hay alardes contables en estos presupuestos, pero ¿sobrios o sencillos? Los presupuestos son siempre sobrios porque no cuentan chistes €salvo algunas excepciones€ y no son nada sencillos.

La siguiente posibilidad de la palabra austeridad es mejor: «Agrio, astringente y áspero al gusto». Esta se ajusta mucho más a los presupuestos actuales, hay que reconocerlo. Puede que no sea lo que quieren transmitir nuestros gestores, pero agrios y astringentes son con ganas. El cuarto significado de esta palabra también le va como anillo al dedo: «Retirado, mortificado y penitente». Sobran los comentarios.

Puede que al final, los políticos no escondan el significado con palabras, sino que muestren la realidad como es y no hemos sabido entenderlo. Porque, hay que reconocerlo, hay mucho de los dos últimos significados de austeridad en las recetas económicas actuales. ¿O no?