Comentando el estilo de hacer política de ella y a propósito de lo agrio que estaba resultando el enfrentamiento entre ambos por ver quién de los dos sería candidato demócrata en 2008, la revista Newsweek escribió que si Hillary Clinton le cediese un cojón a Obama, ambos tendrían dos. Lo cuenta Christian Salmon en La estrategia de Sherezade, apostillas a su celebrado Storytelling. Lo comenta a propósito de lo que denomina la «política testicular». Ésa que es fuerte, agresiva, llena como de testosterona y que a veces impregna el debate político. Eso cuando la Clinton dio un giro a su estrategia y trató de presentarse como enérgica y resolutiva frente a quien parecía ser sólo un buen recitador de palabras emotivas, grandilocuentes, efectistas. Lo acusó de estar hueco, de que su discurso era sólo eso, palabras. Obama respondió con más palabras y más emotividad y en uno de sus discursos inquirió a Hillary, ¿tengo un sueño?, ¿te parecen eso sólo palabras? Creo en la igualdad de oportunidades… ¿son eso sólo palabras? Y así sucesivamente.

Esto no es América. Ni hay tantos cojones, diría el castizo. Ni tan buenos oradores, que diría un fino analista. Ni política testicular. Más bien se hace todo a lo sibilino. Maniobreros que no hablan alto y claro. Ni el presidente del Gobierno da la cara, escondido en congresos, emboscado tras sus ministros, que se contradicen unos a otros. Un Rajoy incapaz de decir, si es lo que piensa, que tenemos lo que nos merecemos. Nadie le echa los bemoles suficientes para decir qué va a hacer. El Gobierno se descuelga con reformas que no venían en su programa electoral. Los sindicatos tienen más miedo que un pavo en Navidad y por eso testan con manifas de domingueros sus fuerzas, cuando tendrían ya que trabajar –si es eso lo que les parece justo y necesario- por una huelga general potente, sorda, que canalice la ira de su clientela, subsidiada forzosamente, parada, paupérrima, hambrienta ya o con el salario apretado y licuando como licua un limón cuando la mano nos duele de apretar sus despojos.

Los socialistas hacen sus candidaturas embocados en sus comités, trincheras con moqueta y calefacción desde las que pretenden ir a la guerra. Sólo Viera, personaje dudoso por lo demás, ha tenido el gesto de dar un portazo y enfrentarse, de hablar a las claras de lo que considera un pucherazo en las listas de Sevilla. No le ha valido de mucho, Griñán ha metido la mano o la tijera y ha impuesto varios nombres. Entre ellos el de Carmen Aguayo, que como todo el mundo sabe tiene un tirón popular que enfervoriza a las masas.

Los críticos van a los comités provinciales pensando lo que no dicen: el PSOE andaluz está en descomposición, va a perder las elecciones si no se reacciona, no hay casi tiempo para ello y la mayor parte de las direcciones provinciales, no digamos nada la regional con Griñán a la cabeza, han resultado –para esta coyuntura- ser un bluf descomunal que están dejando el panorama sin alternativa de izquierdas y con los dinosaurios recuperando el partido. El diplodocus trasteando un iPhone.

Frente a todo esto no hay Obamas que, como diría un argentino, al menos «hablen precioso». Ilusionan menos que Fidel Castro en misa de doce. No hay liderazgos potentes y Europa está en manos de funcionarios a los que antes al menos, por que los veíamos, podríamos calificar de grises. Ni hay tributos para decirle las cosas claras a las agencias de calificación, modernos arcanos que han convertido la incertidumbre lógica en pavor al futuro en virtud de un poder y unas reglas que nadie conoce y nadie les ha otorgado. Es la derrota de la política cuando más falta hace y a manos de uno de los más horribles enemigos: la especulación. Sin poetas en el horizonte.