La patética lesión del Rey en Botsuana, durante una cacería de elefantes y en medio de una crisis que obliga a mucha gente a sobrevivir con un puñado de euros al mes, ha puesto de manifiesto las contradicciones que muchas personas siguen apreciando en una clase política y dirigente que vive ajena a la realidad de la calle. El Rey pedía ejemplaridad a los cargos públicos en Navidad y tras la Semana Santa daba una muestra de ese ejemplo, pero del malo. No parece normal organizar esta serie de viajes de lujo cuando el paro está descocado, su yerno está investigado por presunta corrupción, su nieto mayor se ha herido con un arma sin tener licencia para manejarla y la Corona, como institución, está cada vez más cuestionada por amplias capas de la sociedad. El Rey y la Familia Real tiene muchas facilidades y privilegios, asociados a un cargo que está vinculado a la historia, pero también a un consenso generalizado sobre su utilidad para el país. Si se rompe ese acuerdo, si empieza a ser cuestionada y deja de representar a la calle, sin un mínimo de sensibilidad, la Corona dejará de existir. Quizá es eso lo que busca, fruto del propio cansancio del Rey. O a lo mejor quiere encontrar razones para abdicar. Quién sabe.

Más allá de los sesudos análisis sobre la monarquía y la república, el accidente del Rey ha puesto al descubierto ese viaje privado tan poco serio y dado a chascarrillos. Casi como La Escopeta Nacional, la gente ha sabido ver el lado cómico de un asunto serio. Es lo que nos queda. La única posibilidad de sacar algo positivo a este asunto. Twitter se ha convertido en esa espita por la que sale esa presión social en forma de bromas. Me gustó especialmente una que supo hilar fino, ya que recomendaba que para cazar elefantes podría haber ido al Senado.

España tiene un problema en sus instituciones, que o son poco útiles, o están desprestigiadas o sobredimensionadas. En fin, un desastre. Estas bromas sólo esconden el creciente desprecio a un sistema político que no es capaz de responder a las necesidades de los ciudadanos ni generar el mínimo de respeto que asegure la confianza del ciudadano.

Twitter es el termómetro social más fiable que se puede tener. La gente apunta con ingenio y dispara a la inteligencia, no al pie, sus dardos. Quizá el Rey debería de aprovechar su convalecencia en el hospital para hacerse una cuenta con el nombre @elreydelaselva. Así podría empezar a leer y aprender un poco de lo que se dice en la calle.