Sacan los de Perdidos en la tribu este año a unos payos negros con unos calabacines al aire que si en estado de laxitud acojonan, en estado de palo tieso han de dar miedo. Y enseguida pienso en ella. ¿Sólo yo lo veo, o es verdad que se le está poniendo cara de muñeca diabólica a Soraya Sáenz de Santamaría? Entre los ojos espantados, la media sonrisa, y la naricilla respingona con sus aberturas de gorrina feliz, en la tele da terror. Cada vez que abre la boca para hablar en nombre del padre, hay que echarse mano a la cartera.

Los de la tribu suri etíope son otra cosa, nada que ver con la tribu del Gobierno. Los de la tribu suri y la tribu tamberna de Togo hacen mucho teatro, que si matan ratas para comer, que si obligan a la claustrofóbica de la familia a meterse por el estrecho agujero de la casa de barro, a sabiendas de que la concursante se trasmuta, que si les ponen delante un cuenco con sangre fresca, pero ahí todo está controlado, es decir, hay un guión férreo que se ha de interpretar para que luego Raquel Sánchez Silva ponga caras como Luis de Guindos pone las suyas, cada uno en su estilo. Raquel tratando de controlar la carcajada, que quedaría feo hablando del drama de las familias que no se adaptan a vivir entre chicos con el perdigón en alegre bamboleo. Don Luis de Guindos, tratando de esconder el Lehman Brothers que lleva dentro con su cara de gañán de ceja y frente apretada en la que no hay forma de dibujar algo que se parezca a una sonrisa, y seguro que lo intenta, pero no le sale.

Vuelva o no, vuelve Urdaci

¿Alguien ha visto sonreír a este miembro -del Gobierno?-. La tribu del padre invisible tiene un Alaska y Mario en toda regla, un ¿Quién vive ahí?, un Ajuste de cuentas sin expertos que vayan a tu casa para esconderte las tarjetas de crédito, que para eso está Cristóbal Ricardo, el chistoso del grupo, el ministro Montoro Romero, el que pilló un berrinche tremendo cuando dijo que «recortamos en TVE porque las series no dejan de ser algo para pasar un buen rato» y la gente no entendió la gracia, cuando él soñaba no con un corte en el Telediario sino con un cameo en La hora de José Mota. Críticos de televisión, tuiteros, opinantes de aluvión, oposición, aficionados, periodistas de lumbre y prestigio, tertulianos, todos han caído en la trampa. El gobierno del padre invisible no se hará con RTVE para controlar la información sino para dignificar el humor, tan deslavazado.

La otra tarde, sesteando a la espera de que el Gran Líder aparezca por algún sitio, diga algo, enseñe sus belfos divinos, nos robe el tanga, nos ponga mirando a Cuenca, algo, conecté con La tarde en 24 y allí estaba Elena Ochoa manipula que te manipula, tergiversa que te tergiversa dando paso a un corte magnífico de mi prima la secretaria general, y en cuanto apareció se hizo la luz en la pantalla, y mandé la siesta al sótano de Ahora caigo, y casi me arrodillé, porque cuando habla Dolores de Cospedal se derriten mis carnes y lo entiendo todo. Salió con el pelo recogido en elegantísima coleta, estricta, sin mamarrachadas, llamando a las cosas por su nombre, preocupada hasta el festón de su traje entallado por la independencia de TVE, acusando al PSOE de detener el consenso -para nombrar al presidente de RTVE- «para poner al candidato que ellos quieren». Hasta ahí hubiera sido una información ajustada, veraz, sin manipular, contrastada, independiente, como las que cocinaba Alfredo Urdaci, el cachondo que dice estar dispuesto a volver aunque «a la progredumbre le dolería más que nunca», pero Elena Ochoa atacó, atrevida, franllorentiana, zapaterista, sacando otro corte de Elena Valenciano, la avinagrada, rencorosa, tiquismiquis, roja, diciendo que «el PP no sabe gobernar con una televisión plural» y por eso cambia las reglas del juego.

Resucita el Prestige

Pillada, Mariloli, lo siento. Al mismo tiempo, creo que el mismo día, la cadena pública abre sus informativos con la subida del paro diciendo que roza el 24%, qué desfachatez, y que España está de nuevo en recesión, y que el Ibex acaba por debajo de los siete mil -no me pregunten qué es eso, pero suena fatal-, y que la prima va por los 436 puntos básicos, la madre que parió a la prima, una retahíla de maldades enlazadas a mala leche, con lo bien que vendría ahora un Ernesto Sáenz de Buruaga, el de así son las cosas, y así las hemos manipulado. O cualquiera de los obreros de la desternillante gatera de Intereconomía, que viven como María León y Paco Tous, Con el culo al aire, ahora que Carlos Dávila, probado fullero de gacetillas, y el resto de la conca, están a un tris, dios no lo quiera por la cuenta que nos trae, de irse al paro porque no hay anunciante serio que quiera ver su firma al lado de una empresa con tanta imaginación periodística, aunque haya ayuntamientos que le pongan Intereconomía a una calle, igual que hay otros que se la ponen a la modelo Eva González, o Paz Padilla, en directo, mendiga con las manos juntas a los municipios, pueblos, ciudades, naciones, pedanías, aldeas, caminos reales, una calle para Sálvame por merecimientos propios.

Hay un montón de postulantes para el cargo, que no se separarán del teléfono ni para hacer pipí. Pero los que saben de esto dicen que el Gran Líder tiene claro en su rubicundo cerebro quién se ocupará de hacernos la vida menos ácida, sin tanto contraste ni tanta leche en la tele pública, un tal Francisco Campos, no confundir con Francisco Camps, aunque nunca se sabe. El tal Campos fue director general de la televisión gallega cuando el Prestige echaba hilillos de plastilina por la boca de Mariano Rajoy, no sé si me explico. Dicen que el trabajo de este maquillador general fue tan soberbio que en su tele ni siquiera existió el accidente, creo que ahora me explico. Así que al barro. Cuanto antes, mejor. Pongámonos como nos pongamos, abrámonos en pompa. La tribu suri queda lejos, pero la del Gobierno, con la mandanga encabritada está al lado, y nos va a meter un bacalao que nos va a salir por la boca. La que está liando Zapatero.