Pechá de hablar. El Ayuntamiento de Málaga gastó el año pasado 1,7 millones de euros en llamadas telefónicas pero pretende que para el que viene sean «sólo» 1,5. Es una barbaridad, pero las barbaridades hay que ponerlas en contexto y no parece, tampoco es que abunden los datos, que eso sea excesivamente superior a lo que se gasta o malgasta en otros ayuntamientos. Tampoco es consuelo, ciertamente, porque la conclusión es obvia y triste: en todos sitios cuecen habas, si bien parece que no pocos mientras las cuecen hablan por teléfono.

El personal del Ayuntamiento de Málaga realiza casi 2 millones de llamadas telefónicas desde los 670 teléfonos móviles que tiene repartidos. Es como casi llamar a cada malagueño tres o cuatro veces al año. Por contra, desde los 3.059 aparatos fijos se realiza una media de 1,46 millones de llamadas. El Ayuntamiento es una conversación continua pero nadie sabe si hay tantas cosas importantes que decirse. No es un Ayuntamiento parco ni mudo ni puede decirse que las siempre amables, nuncas abusivas y exquisitamente generosas compañías telefónicas no tengan con él un chollo o momio, tal vez canonjía. El Ayuntamiento de Málaga es un concejalete hablando por teléfono y es un funcionario recibiendo una llamada justo en el momento en el que él iba a realizar una. El munícipe tiene difícil desmarcarse de su jornada laboral, pero a lo que se ve, marcar sí lo tiene fácil. En las empresas privadas pasa igual y la gente también abusa y a las 14 horas, por ejemplo, deben ser infinitas en la Península las llamadas en plan «cariño voy ya para allá, qué hay de comer o paso por el Mercadona que en la nevera si entra un ratón se ahorca de pena». Una paradoja es que en plena eclosión de la telefonía, el de telefonista sea un oficio en extinción.

En cuanto a la pasta, la diferencia es que el dinero del Ayuntamiento es público. Si las conversaciones de esos móviles se hicieran públicas alguna vez, no debería, ríete tú de Wikileaks y del Cristo que lo fundó. El teléfono es un instrumento de trabajo imprescindible hoy en día. Sí, sí, esto está muy bien, pero contradice el hecho de que apenas un diez por ciento de empleados privados tengan un terminal de empresa gratis total. Si a ustedes los llaman del Ayuntamiento porque les van a bajar un impuesto o ha colocado un toldo ilegal o quieren hacerle una encuesta o lo citan para ser jurado en una fiesta de verdiales, ruegue al amable comunicante que sea breve. Esto nos está costando un capital. Tanto que, seguramente, alguien al conocer las cifras se habrá indignado y lo primero que haya hecho habrá sido levantar el teléfono. Eso por no hablar de las llamadas que nunca se cogen o esos números que siempre comunican. No se calla nadie pero todo el mundo cree que no se le escucha. Dígame.