Hay un viejo chiste que narra el encuentro entre dos amigos que no se veían desde tiempo atrás. «¡Hombre, qué tal, cuánto tiempo! ¿Qué cuentas? Te veo un poco apagado», exclama y pregunta y afirma el primero de ellos. «Nada, chico, me va muy regular todo. Mi mujer me ha dejado y se ha ido a vivir con mi inspector de Hacienda, con lo cual me están creciendo expedientes cada dos por tres, además de los cuernos; mi hija se ha largado de casa y me he enterado de que sirve copas y hace avíos bucogenitales en un puticlub de la provincia de Badajoz; del trabajo me despidieron hace unos meses por un ERE, con lo que tuve que dejar de pagar la hipoteca y estoy viviendo en el coche, aunque por poco tiempo, pues también me lo van a embargar; mi hijo dejó los estudios y ahora cursa macramé y punto de cruz en la prisión de Topas, donde cumple condena por cinco atracos; además, acabo de salir del hospital con este diagnóstico en el que me anuncian que mis dolores de espalda no tienen cura y se van a agudizar, que el tumor no era benigno, que tengo cataratas y que los espasmos musculares irán a más». Su amigo, quien fingía escuchar (ya nadie escucha, todos lo sabemos bien), reacciona al cabo de un momento, se hace una composición de lugar, le da un par de palmadas y concluye: «Bueno, hombre, bueno. Pero, por lo demás, ¿bien?»

No, por lo demás no le podía ir bien, porque con una vida tan desgraciada no hay siquiera «lo demás». Pues, lo que son las cosas, esta despreocupación por lo que el prójimo nos cuenta, este atoramiento mental que nos impide oír, escuchar, reflexionar y responder en consecuencia nos llega ahora vendido por las series y películas estadounidenses en forma de consigna. Cualquiera a quien regales una joya o baratija comprada en los chinos ya exclama sin dudar: «¡Es preciosa!», como en los filmes USA. No te extrañes si a cualquiera a quien demandes una respuesta afirmativa o negativa te regala un «Sip» o un «Nop», imitando a los filmes USA. Fíjate a cuántos ya no les va «Bien», sino «Ok». ¿Acaso no conoces a tantos y tantas que, ante una propuesta picante, se descuelgan con el «Lo estaba deseando» de los filmes USA? Pues en los filmes USA, y es a lo que voy, se pregunta cada dos por tres: «Are you okey?», es decir, «¿Estás bien?», o sea, «aryuoquéi?» Y me agota oír a la chica de los filmes USA preguntar al chico de los filmes USA «are you OK?» cuando el mocín acaba de caerse de una torre, le han metido tres tiros y lo acaba de atropellar un camión. No, señorita, no puede estar «oquéi». Me agota oír al chico de los filmes USA preguntar a la chica de los filmes USA «are you OK?» cuando la mocina acaba de proclamar en medio de una cena de mafiosos que todos los italianos son unos mamones. No, señorito, no puede estar «oquéi». Pero, colonizados como estamos por los USA, resulta que ahora tengo que oír a diario el maldito «¿Estás bien?» de los filmes USA en los pasillos de institutos y colegios. Acaban de expulsar a Emerson Yoni y a Razvan Stoica por romperse la cara con Pimedio Cotopaxi y Luis Rodríguez: caminan hacia Jefatura de Estudios sanguinolentos y desdentados; se les cruza su compañera Xiaomei Yung Chen: «¿Estáis bien?».

A Sunday Gwagwalada lo lleva su tutor a la ambulancia con un brazo descangallado y un ojo fuera por haberle pillado una avalancha de 1º ESO-C en el segundo piso; su amiga Nuevecita María Manizales inquiere: «¿Estás bien?». Sangra por la cabeza Miren Amiano tras haberle dado en ella con una cadena de bicicleta su compañera de pupitre Arantxa Caganer; el solícito Hristo Ponov se interesa: «¿Estás bien?». Papanatismo memo USA: no oír, no escuchar, no reflexionar, no responder en consecuencia: encefalograma plano. El Poder, una vez más, está de enhorabuena.