Anda mi madre a la espera de que Sanidad le devuelva el dinero que ha adelantado de las medicinas. No es que sea mucho pero, dada su exigua pensión, supone la diferencia entre poder hacer de vez en cuando algún regalito a los nietos o encontrarse la cartilla en rojo a final de mes. Yo que ya no me creo nada, le animo a no contar con el dinero al menos a corto plazo. A ver. Si la Generalitat les debe dinero a los farmacéuticos, a los dependientes, a los colegios, a los enfermos mentales, a los proveedores y a las empresas. Si no tiene ni para pagar la luz de sus propias consellerias y por falta de pago no se ha podido ni mantener el pescado en hielo en los puertos de Santa Pola y Xábia. Si no pagan a los libreros, ni a los abogados del turno de oficio, ni a los ayuntamientos, ni a los comedores escolares... Si no pagan a nadie, ¿por qué va a cobrar mi madre? Ella insiste en que los políticos prometieron que a los jubilados les abonarían a finales de octubre parte de lo que pagaran por las medicinas, y va mirando la cartilla del banco día sí día también esperando a ver hay suerte. Es lo que tiene vivir algo alejado de la realidad: Que aún te los crees. Ojalá cobre pronto, más que nada porque, como acabo de cumplir años, espero que me caiga un bolso precioso que vi el otro día y que mi madre me prometió; pero me da que si me lo tiene que comprar con la devolución de las medicinas, voy a ir todo el invierno con una bolsa de plástico colgada del brazo.

Lo tenemos ya asumido. Hasta hace nada, cuando un periodista preguntaba en un ayuntamiento por alguna deficiencia, le daban largas y le contaban milongas. Ahora ya no. Ahora, directamente te dicen que no van a hacer nada porque no hay dinero y, claro, te desarman. Te dan hasta pena. ¿Cómo les vas a criticar por no arreglar ese bache en el que el otro día te dejaste las rueda del coche si no tienen para el alquitrán? ¿Cómo vas a cuestionar que cierren una biblioteca si no tienen para pagar al conserje? Hablas ahora con los vecinos de cualquier barrio, antes tan guerrilleros, y los ves resignados a seguir hasta la intemerata sin el centro de salud. ¿Lo del aeropuerto sin aviones de Castellón? Eso era antes. Si ya ni ponen ni pinchos de tortilla cuando inauguran una calle... Todos asumimos que si nos deben algo, vamos listos. Aunque te encadenes y protestes hasta quedarte afónico. La Administración no tiene un duro. Es más, nadie tiene un duro. Somos buenos y lo entendemos. Pero entonces, ¿por qué no hay nadie igual de comprensivo al otro lado cuando es mi madre la que deja de pagar la luz?