Toca la zambomba, suena el almirez y ni por esas cambia de cara el señor Montoro, ministro de Hacienda. Y yo, quisquillosa donde las haya, me pregunto: «¿De qué se reirá el alma mía?».

Cierto es que si no nos tomamos con guasa la situación económica vamos a terminar todos en el manicomio, pero señor ministro, frunza el ceño para que no se le note que disfruta con los recortes que hace. Aun así, le perdono. Sí, porque soy muy generosa y debo ayudar al que lo necesita y, aunque no lo crean, él va a necesitar mucho amor, me lo ha dicho Tita María, que de eso sabe un montón.

Me ha llamado por teléfono una vecina que está muy enfadada porque el Ayuntamiento, a la hora de poner luces navideñas en El Palo, ha usado dos varas de medir: desde el arroyo Jaboneros a las Cuatro Esquinas, cuatro bombillas en los extremos de la calle y desde las Cuatro Esquinas hacia el final de la carretera de Almería, guirnaldas de luces preciosas. ¿Por qué? Se lo deberían preguntar a quienes corresponda, una es sólo una pobre anciana que se entretiene escribiendo. Encargo hecho amiga.

Llevo toda una semana orientándome en la tele de los menús navideños más idóneos para nuestro presupuesto. La verdad es que tienen menos imaginación que la cabra de los legionarios. Yo les aseguro que, de Botín para abajo, no hay español que pueda hacer este año estos derroches.

Mi consejo: cocinar lo de siempre y prescindamos de lo que engorda demasiado y lo que quede, comámoslo con felicidad, recordando con mucho amor a casi todos los que dejamos atrás y pidamos con suficiente fe que el 13 venga con mejor cara que el que se nos va.