Son desesperantes las cifras de la Encuesta de Población activa relativas al primer trimestre. A casi año y medio del gobierno PP, que vendía soluciones para todo, los parados rebasan por primera vez , y muy largamente, la cota maldita de seis millones, alcanzando a más del 27% de los españoles en edad y situación de currar. Volverán a predicar que, aunque no baje el paro, el ritmo de su crecimiento sí que baja. Piensan, quizás, que 322.300 empleos destruidos en el trimestre abonan el optimismo, y que un 57,2% de jóvenes sin trabajo son absorbibles sin un giro radical de la política económica. Este tumor gigantesco, metastatizado, no impide al presidente del gobierno rechazar el giro alegando que su política es la que da resultados. ¿En qué mundo vive? ¿Será todavía aquel de los años ochentas en los que escribía que todas las estrategias y decisiones de tipo social son para satisfacer «la envidia igualitaria»? En el abismo dicotómico que ya separa por mitades la España rica de la pobre es obvio que la «envidia igualitaria» recibe un castigo salvaje. De seguir así, no quedarán muchos ciudadanos capaces de seguir llamando derechos a lo que Rajoy llama -o llamaba- envidia.

Considerando que las perspectivas de arranque en la creación de empleo ya se remiten a 2014, tal vez entremos en ese año con siete millones de parados, que, por rebote a la baja en la cifra de ocupados igualaran por mitades casi exactas la población activa que trabaja y la que no tiene trabajo. El horizonte de recuperación y crecimiento necesitará en el mejor caso muchos años para reabsorber el monstruo, y llegarán las elecciones de 2015, si no se adelantan, con el gobierno bajo mínimos de credibilidad. Si se piensa en los efectos de este desastre en las pensiones y prestaciones sociales de todo orden, con su repercusión en la infinita paciencia ciudadana, no es aventurado augurar un cambio de 180 grados en la política de nuestro país.

Predestinado a la oposición lo que quede del PP, la nueva mayoría, monocolor o de coalición, debería tener ya resuelta su oferta electoral y designados sus candidatos. El PSOE acaba de dar un paso adelante confiando a su militancia la elección en primarias del candidato definitivo, no de los candidatos elegibles. Cada día se hace más claro que una opción nueva y limpia de errores, pasados o presentes, sería lo más eficaz frente al incalculable desgaste que llevará Rajoy a las urnas, y quizás algún otro líder de centro y de izquierda. ¿Quién confiaría en un cambio a manos de quienes prometieron cambiar y lo consiguieron en negativo por acción, omisión o flojera? La contrarreforma progresista que restaure el derecho igualitario donde se dice envidia, será inviable si la dirigen quienes ahora encajan impotentes el agravio del «programa reformista» de los Gallardón, Wert, Mato y compañía.