Google no indexará en su servicio de noticias (Google News) a los medios de comunicación alemanes a partir del 1 de agosto, salvo que lo pidan expresamente por escrito y acepten no recibir ingresos a cambio. Es la respuesta del gigante tecnológico a la nueva ley del Bundestag que permite a las editoras cobrar a los agregadores que, sin permiso, usen contenidos protegidos que vayan más allá de los titulares o unas pocas palabras sueltas. Una decisión, la del gigante tecnológico, que poco ayuda a avanzar en la resolución de un conflicto que es de mucho mayor calado que este rifirrafe por Google News, y que no es otro, en el fondo, que el uso del buscador general de Google y el reparto de la publicidad online, que cada vez se concentra más en buscadores y agregadores de contenidos, y menos en las empresas que producen realmente esos contenidos de los que se nutren los primeros para hacer negocio. Porque si bien es cierto que, por un lado, el sector editorial debió haber reaccionado más rápidamente y haber trabajado más unido en la creación de herramientas online comunes, ocupando un espacio que le era propio por naturaleza y, por otro lado, debió haber sido capaz de rentabilizar mejor las visitas procedentes del buscador, no es menos cierto que la forma de actuar de Google ha sido todo lo contrario a la de tender la mano a un sector gracias al cual, en buena parte, ha ido engordando y aprovechándose de sus contenidos para obtener beneficios, si cargar con los costes, hasta llegar a una situación de posición excluyente y dominante. Tan dominante que, ahora que su buscador ya se ha convertido en una verdadera puerta de entrada a internet para los usuarios, se permite la licencia de, en el pliego de compromisos que ha presentado ante la Comisión Europea que analiza este problema de fondo, ofrecer como solución el bloqueo desde su buscador de las webs de los medios de comunicación, sabiendo que es una opción casi suicida. ¿Por qué Google nunca pidió permiso para indexar contenidos protegidos y apostó por la fórmula del opt-out (Google indexa y son los propios editores los que deben reclamar ser excluidos de Google), y ahora ofrece el opt-in (si los editores no lo piden, Google no puede indexarlos) Porque con el opt-in, pidiendo permiso para indexar o coger fragmentos de noticias, Google nunca hubiera construido su imperio. Así que, no le vendría mal a Google aplicarse alguno de los puntos del Manifiesto Cluetrain, aquel documento de hace casi tres lustros, cuyo punto 25 rezaba aquello de que las empresas deben bajar de su torre de marfil y hablarle a la gente con la que espera establecer relaciones. A no ser que, en definitiva, lo que pretende Google sea, precisamente, seguir en su torre de marfil y no establecer relaciones. Ni siquiera con quien, en buena parte, alimenta su negocio.