El sueño de la inmortalidad y la eterna juventud es uno de los anhelos fantásticos del género humano, pero ¿sabían que existen especies que viven indefinidamente? Suena a ciencia-ficción pero no lo es. Las hidras (un pólipo de agua dulce) y los turritos (del mismo tipo que las anteriores, pero con ciclo de medusa) están consideradas «inmortales». Mueren si sufren algunos procesos traumáticos o son devorados, pero por estos seres no pasa el tiempo: poseen una espectacular capacidad para regenerarse sin fin o incluso volver a apariencias «más juveniles». ¿Cómo lo consiguen?

Es inevitable que los humanos y el resto de las especies envejezcamos. Hay distintos factores que causan que el tiempo deje su huella indeleble hasta conducirnos al fin de nuestra existencia. Los científicos los han identificado y son un compendio de diversas causas, que pasan por problemas al replicar ADN en la división celular, la pérdida de de capacidad para «activar» o «desactivar» ciertos genes a medida que pasan los años o la influencia de las toxinas que vamos acumulando a lo largo de nuestra vida. En realidad, hay al menos nueve causas distintas claramente identificadas. Pero las hidras y los turritos las esquivan.

La hidra vive en agua fresca y se considera potencialmente inmortal. Además se reproduce de forma asexual. Cuando se encuentra en un entorno con alimento suficiente, de su cuerpo «brota» otro ser genéticamente idéntico: un clon. Pero la singularidad reside en que las células de las hidras tienen una capacidad regenerativa asombrosa. En la práctica, se trata de verdaderas células madre, capaces de replicarse sin errores. Algunos científicos investigan si esta capacidad está ligada a un gen: el denominado FoxO, presente en todos los animales y que algunos han detectado bastante activo en las personas longevas.

Más llamativo es el caso de los turritos. Es una especie de medusa cuyo nombre en latín es turritopsis nutricula. Su secreto de la inmortalidad reside en la capacidad para regresar a la etapa juvenil, al contrario de lo que ocurre con otras medusas. Se trata de un hidrozoo (al igual que las hidras), aunque su existencia pasa por dos etapas: la inicial como pólipo y la madura como medusa. Generalmente las medusas gozan de un tiempo de vida determinado (horas o meses) pero los turritos tienen una capacidad única: la de regresar a su infancia como pólipo. Los científicos han comprobado que esa opción puede repetirse de forma indefinida: la medusa del turrito puede decidir regresar a una etapa anterior y luego volver a transformarse en medusa.

Sin embargo, no crean que todos los turritos disfrutan de su potencial inmortalidad. La mayoría de los ejemplares mueren al convertirse en alimento de otros animales o al sufrir enfermedades.

¿Llegaremos algún día los humanos a gozar de una eterna juventud o una capacidad espectacular de regeneración celular? Parece difícil. El envejecimiento es un proceso inherente a nuestra especie (y a la totalidad de animales) pero los avances médicos y genéticos pueden contribuir a paliar sus efectos y proporcionarnos una vida larga y saludable. Tampoco crean que la inmortalidad es un chollo aunque su deseo nos acompaña desde siempre. El mito de su búsqueda se plasma ya en los primigenios relatos babilónicas de la epopeya de Gilgamesh. Las leyendas de inmortales que habitan entre nosotros se han sucedido a lo largo del tiempo: desde el misterioso Conde de Saint Germain al judío errante. Y la maldición de la vida física eterna ha sido fuente de inspiración para autores tan dispares como Jorge Luis Borges o Isaac Asimov.