Desde luego, debe de haber una covacha, un negociado, una oficina en algún perdido lugar de la Administración cuyo fin es el de fabricar palabras estúpidas y casi seguro que encomendada al más tonto de la familia, al que había que dar empleo para que no diese la lata por casa. Que sí, que ya lo sé, que cada uno se expresa como le da gana o como puede o como sabe. Y que, a veces, el modo de hablar de un individuo (es decir, su «idiolecto»: perdón por la palabra, pero no hay otra en la RAE) es tan chocante y rico que supera en mucho lo fría y académicamente aconsejable: mil casos he traído a esta sección de idiolectos espléndidos, creativos, generadores de sonrisa o de risa franca. Pero hay otros idiolectos que parecen o son idiotismos, expresiones que en nada se ajustan a las reglas gramáticas y que lejos de hacer gracia dan la risa negra: por su afectación, por su pretenciosidad, por su bobería.

Esa presunta oficina acaba de parir un nuevo modo de uso del sufijo «-ístico» que, como la peste y la memez, se expande que es un primor. Me lo contaba el otro día una amiga: «Acabo de escuchar a un par de señoronas gordas pidiendo un libro ´de tema dibujístico´». La palabra «dibujístico» no la registra la Real Academia, aunque sí Manuel Seco en su Diccionario. Vale. Fijémonos en la terminación «-ístico» y oigamos a la RAE: es un sufijo que sirve para formar adjetivos que indican pertenencia o relación: «gallístico», «característico», «patrístico». Aclara la Docta Casa que la forma femenina produce algún sustantivo: «patrística». Y termina diciendo que «en los demás casos se trata de la combinación de sufijos -ista e -ico: «artístico», «estilístico», «periodístico». Muy bien, fin de la teoría. Vamos a la práctica. Al tener «-ístico» tres sílabas se está convirtiendo en el habla común en una terminación golosa como el chocolate para quienes quieren «ennoblecer» (qué risa, por favor) su condición o bien para quienes piensan que cuanto más largas sean las palabras que usan más lucen. Ejemplos al canto. Si un profesor pena y sufre (los complejos, ay, los complejos) por ser «de filosofía», ya tiene el asunto resuelto: que diga «soy docente filosofístico» y a ver quién le tose. Si un fontanero no se atreve a revelar su oficio en público por considerarlo de poco fuste, que matice: «aquí donde me ven, soy especialista fontanerístico» (o, si tiene un buen día y la lengua caliente: «soy especialístico fontanerístico»). Dejen ya de avergonzarse quienes se abochornen por ser naturales de Palencia o de Cádiz: «palentinístico» y «gaditanístico» serán sus gentilicios a partir de ahora. Atención a los abogados que abran bufete y lampen por clientela numerosa: manden grabar placa dorada donde se lea «Despacho abogadístico. Especialistas en Derecho matrimonialístico, administrativístico y civilístico». ¿Qué decir de los pobres psicólogos, vaciadas sus consultas por la crisis (de pasta, no de neuras)? Únanse al punto a la moda: «Gabinete terapístico conductivístico y cognitivístico» habrán de anunciarse sus consultas. Y no pida un vino de Rioja o un agua mineral, por favor, no me sea antiguo: diga que le pongan un tinto riojístico y un agua mineralística.

¿Y muchos de esos próceres cuya facundia analfabeta padecemos los contribuyentes? Menudo chollo con el «-ístico» para sus discursos, tan vacíos como las gradas de un partido de fútbol de 2ª Regional, si las hubiere. Tomen nota y revuélvase de envidia en la tumba Castelar: «Nuestra política partidística implementará los fondos economísticos en base a una funcionalística apreciabilidad de la recursística, que discutiremos con la oposicionabilidad en sede parlamentarística para alcanzar un preacuerdo consensístico de practicabilidad operativística». Y es que el oficinista siniestro que ha puesto en circulación el «-ístico» ridículo está que se sale, va como una moto: es un motístico que te cagas.