Sí amigos, hemos superado con nota la primera parte de nuestras Fiestas Navideñas. Algo es algo, con la edad que una tiene. Ahora, hagamos un esfuerzo y, pasados unos días, digamos adiós en voz muy alta a 2013 que, aunque ser supersticiosa es muy ordinario, donde se ponga un año terminado en doce o en catorce, que se quiten todos los años que acaben en trece. No es por nada, pero tienen una fama horrible.

No se pueden imaginar lo que me dijo el otro día mi amiga Mari Nieves mientras tomábamos un café en la calle Larios: «¿Recuerdas que te dije que mi Dieguito salía con una niña muy mona? Pues -qué disgusto- ¡a la rubia le gustan las coplas!». Yo abrí los ojos como platos y le contesté: «A mí también me gusta la copla y la zarzuela y las canciones ligeras, desde que nací». «¡Pues a mí me parecen una ordinariez!» «No, Mari Nieves, las coplas son como las personas que las cantan u oyen, unas elegantes, otras vulgares. Un ejemplo: Si Mª de las Mercedes la cantaba la hermana menos lista del tonto de mi pueblo, sonaba fatal, pero si, por el contrario, la cantaba Conchita Piquer, sonaba a música celestial». La verdad, es que yo también me tendría que aplicar el cuento cuando critico el poco gusto de la música roquera. Nadie tiene la verdad absoluta, ni mi difunta suegra que era la persona más lista que he conocido.

¿No están contentos de que ya no tengamos las calles llenas de basura y de ratas gozando con ella? Yo sí, porque, aunque vivo a muchos metros de altura, no me fío de estas princesas encantadas porque trepan con un vicio terrible.

Mis mejores deseos, en el próximo 2014 para todos los habitantes de este maltrecho planeta, y que, al menos, se les cumpla el diez por ciento de sus sueños.