Hay frases que, bajo aspecto inocente, llevan dentro un acento peyorativo. Así, la de Andy Warhol, según la cual todo el mundo debería tener derecho a 15 minutos de gloria, se aplica al empeño de notoriedad de quienes no se resignan a ser actores de reparto. Otra, la del elefante que parió un ratón, a los frutos desmedidamente exiguos de largos y penosos trabajos. Ni una ni otra sería aplicable al auto, tras nueve meses de embarazo, por el que el juez Castro cita como imputada a la infanta Cristina Federica de Borbón y Grecia (como reiteradamente es aludida), que es un texto minucioso, implacable, que da respuesta a todo y a todos, y en el que la ironía se desliza con dosis justas y lenguaje virtuoso. En el fondo es una acusación frente al sistema fáctico, que se había cebado en el juez. 227 folios fueron precisos para justificar lo evidente: que la infanta al menos debería declarar.