Cree siempre en ti. ¿Eso era posible? ¿Para qué? ¿Cómo se haría? Ahora tenía la foto en la mano. No una foto cualquiera. Era la foto. Al verla, reclinó su espalda mientras la sostenía en el aire, a la altura de los ojos. Sin perder detalle y antes de que su espalda apenas rozara el respaldo de su silla, último vestigio de aquellos primeros muebles comprados con tanto esfuerzo, se encontró viajando en el tiempo y la mirada perdida. Tan perdida como ella. ¡Cuánto tiempo! La foto en sí no era interesante. Nadie hubiera reparado en ella. Una de tantas. Pero a ella... a ella le hablaba. Le transmitía tantos pensamientos, tantos recuerdos. Apenas llevaba una semana en el nuevo trabajo, después de, ¿cuánto había sido?, ¿meses?, ¿años?, demasiado tiempo en cualquier caso, sin trabajo y sin expectativas. Aunque en lo referente a éstas últimas, seguía sin tenerlas. Había aceptado el trabajo a la desesperada. Ahora tenía que aguantar como fuera. No podía permitirse volver de nuevo a la cola del paro. Estaba claro, no era el trabajo de sus sueños... mis sueños... sus pensamientos volvieron a la foto. Allí estaba, con bastantes años menos, llena de ilusiones y con la sonrisa puesta. «¡Qué ingenua! ¡cuántos sueños!... mis sueños!», pensó. «¿Qué ha cambiado? ¿Cómo ser optimista cuando todo lo que me rodea me invita a arrojar la toalla? Cómo se puede creer en uno mismo? ¿Cuáles eran mis sueños? ¿Por qué es todo tan complicado?»

No es para ti. ¿O sí? Como este personaje de ficción, con el que hemos empezado este artículo, todos alguna vez nos hemos sentido perdidos, desubicados, fracasados o cuanto menos, estancados. Pero igual no te preocupa todo esto. Puede que ya no te preguntes, que no te cuestiones nada. Tal vez pienses que tu momento ha pasado, que todo es muy complicado o imposible de cambiar. Incluso, en el peor de los casos, creas que plantearse estas cuestiones sólo corresponde a gente débil y sin carácter. Entonces, apreciado lector, tengo que decirte que este no es tu espacio. Sigue leyendo el periódico, no pierdas ni un minuto en esta columna. Sigue haciendo lo mismo que hasta ahora. No cambies. No te detengas. No pares, sigue... No vamos a escribir para ti. ¿O sí?

Aprender. Indudablemente vivimos tiempos confusos y exigentes. Las respuestas a los múltiples desafíos a los que nos enfrentamos no son fáciles de encontrar y la rapidez con la que se suceden los acontecimientos en el mundo y en nuestras vidas, tampoco lo ponen fácil. Es verdad, las personas somos complejas y nuestras circunstancias también. O quizás es que ahora somos más conscientes de ello. Todo está relacionado. Todo está conectado. Todo influye. No vivimos en el siglo del conocimiento. Vivimos en el de la incertidumbre, y tenemos que aprender a movernos en este entorno tan cambiante. Pero a ello no se nos enseña en ningún colegio, en ninguna universidad, como tampoco en ninguna escuela de negocios. Porque lo que hay que saber no es posible enseñarlo. Hay que aprenderlo.

El gran reto. Nuestra propuesta en esta columna semanal es que tú, estimado lector, preocupado por tu crecimiento y desarrollo, tanto personal como profesional, seas nuestro socio de aprendizaje. No se puede garantizar que aquí en estas pocas líneas todos los domingos se puedan hallar respuesta a todas las cuestiones. Pero sí se puede afirmar que no hay otro camino que asumir la responsabilidad de nuestras decisiones, que, cuestionándonos con nuestro pensamiento crítico, se pueden generar mayores oportunidades y posibilidades de encontrar alternativas sobre las que decidir y actuar en un sentido más acorde con nosotros mismos, más coherente con nuestros valores y más próximo a lo que somos. Para ello, sin duda, hay que iniciar una senda difícil y complicada, de descubrimiento, de autoconocimiento. Ese es el gran reto. Ese es nuestro singular viaje a Ítaca, como en el poema de K. Kavafis.

Viaje a Ítaca. Con esta columna semanal os invitamos, mediante la reflexión y la consciencia, a llenar de aprendizajes, experiencias y conocimientos, ese periplo vital a la particular Ítaca de cada uno.

Enero, por excelencia, el mes de las expectativas y los buenos propósitos. ¿Qué vamos a hacer?, ¿qué queremos hacer en este hermoso viaje que Ítaca nos ha regalado? O mejor, ¿para qué deseamos hacerlo?, ¿cuál es nuestro propósito en la vida? Esa será la foto de lo que queremos llegar a ser. Y no hay tiempo que perder. Hay que ponerse en marcha. Porque el tiempo, como decía el maestro José Luis Sampedro, no es oro, es vida.

¿Nos acompañáis? ¿Os atrevéis? Feliz semana.

*Rafael Bosco es director de Aristeia Coaching

@rafaboscosirera