La política es misteriosa. En un país donde hasta hace poco la palabra dimisión o retirada parecía condenada a extinguirse de nuestro vocabulario político por falta de uso, hoy adquiere una vigencia casi inclemente en unos líderes cansados en un país aburrido de sí mismo y, desde luego, de ellos. Hace tan poco, la retirada de un rey. Cuando escribo esta columna, las retiradas de la política de Rubalcaba en la política nacional y de Damián Caneda en la política malagueña.

En cualquier caso, lo interesante de estas noticias es que su relevancia informativa y, por tanto, no sólo a quién y cómo se lee, comunica o interpreta depende claro de nuestra interacción con los medios de comunicación tradicionales pero, lo nuevo, es nuestra relación con esas noticias a través del feedback que se crea acerca de ellas, y en la que podemos participar nosotros mismos, en las redes sociales.

Está claro, que Twitter y Facebook están cambiando los medios y la comunicación política. Porque la actualidad informativa se sigue jugando en el escenario de las columnas, de los editoriales de los periódicos, de los líderes de opinión, los informativos de la televisión y la radio y, por supuesto, en las tertulias pero también en esa definición veloz y cambiante de la agenda pública que crean los tuits, los trending topics por este nuevo universo de las redes sociales.

Las redes sociales agitan las noticias, aumentan los lectores de ciertas columnas o apoyan las opiniones de ciertos líderes de opinión además de las informaciones aparecidas en ciertos medios y, sobre todo y, lo más importante, pulsan el interés y el estado de opinión pública sobre lo que pasa y cómo va cambiando. En cualquier caso, las redes sociales no sólo están cambiando a la prensa y a los medios de comunicación también están afectando a la política.

Al ser tecnologías recientes y emergentes somos más capaces de identificar, evidentemente, los temas y los impactos, mientras que nos resulta más difícil identificar las tendencias de cambio globales. Afectan a los políticos y las campañas electorales. No hay político que no use ya las redes sociales para la comunicación política con sus electores y, desde luego, todo el mundo conoce la habilidad estratégica de Obama en su primera campaña presidencial en el uso del entorno de internet. Los asesores electorales de hoy nos hablan de tecnocampañas y de campañas de mail marketing. El segundo eje de influencia es la administración donde se sitúan las ideas del Open Government o Gobierno Abierto, que constituye uno de los marcos de la transparencia y, en última instancia, de mecanismos más eficaces de rendición de cuentas para la ciudadanía. El tercer eje sería el de las redes sociales como un eje movilizador de la política, del activismo político y ciudadano. Desde su papel en el 15-M pasando por las revueltas de la Primavera árabe o incluso su importancia en la organización de un partido como Podemos. Es evidente que políticos, elecciones y campañas electorales, participación y movilización política, movimientos y partidos políticos y administraciones públicas se ven afectadas por las redes sociales. Sin embargo, lo que nos resulta más difícil saber es si estas tecnologías nos conducirán a una democracia mejor que la que tenemos.

Quizás no consigamos responder a todas estas preguntas pero sí pretendemos reflexionar sobre ellas en un curso de verano de la UNIA, titulado «Redes Sociales y Política: Promesas, Trampas y Oportunidad». Un intento en el que académicos, políticos y representantes del mundo empresarial queremos demostrar lo que dice Manuel Castells que «Internet es mucho más que una tecnología. Es un medio de comunicación, de interacción y de organización social».

*Ángel Valencia es catedrático de Ciencia Política de la Universidad de Málaga