Menos mal que los niños que ayer cruzaron por primera vez la puerta de un aula no están al tanto de la actualidad. Con tres años como mucho sabrán que personaje infantil está de moda para lucirlo en la nueva mochila. Mejor así. Se libran de que su estreno en el sistema educativo quede marcado por la batalla por la Lomce o por el déficit de colegios que obliga a mantener barracones en numerosos municipios. Dos realidades que son ya un clásico que acompaña los últimos inicios de curso, aunque cada una tiene una dimensión distinta. Pasar unos años en un aula desmontable sin los recursos de un colegio en condiciones no es lo deseable. Pero peor aún serán las consecuencias de una etapa educativa con un cambio continuo de leyes. Por no hablar del pésimo ejemplo que la clase política da con su falta de consenso en un asunto capital para el futuro de todo un país. Qué motivación van a tener los estudiantes que estrenan la Lomce cuando están siendo testigos de la lucha de unos por imponerla y de otros por evitarla. Pensarán que si no merece la pena ni aprenderse las nuevas siglas, mucho menos los contenidos de las discutidas asignaturas.

Ojalá me equivoque y no sea así. Ojalá los alumnos logren aislarse de debates partidistas y construir su futuro con la mejor arma posible, la educación. Aunque para ello tengan que evitar también los discursos de quienes señalan que ni la Universidad es ya garantía de nada. Se supone que informes como el último de la OCDE tienen un ánimo constructivo pero los datos son desalentadores: España es líder en ninis, puesto que uno de cada cuatro jóvenes ni estudia ni trabaja. Más que en toda la UE. Además, el 14% de los titulados superiores están en paro, un porcentaje también superior al del resto de países. Mientras, se cuestiona el sueldo de los profesores. Demasiados frentes abiertos en una cuestión que debería poder librarse de manipulaciones y partidismos.