Todos los humanos con uso de razón (o casi todos) nos hacemos propósitos con el nuevo año. Esos propósitos son variados, desde empezar a ir al gimnasio para perder peso o ponernos en forma, dejar de fumar, buscar el amor, hacer alguna reforma en casa... Las posibilidades son muchas dependiendo de nuestras necesidades.

Lo que más ilusión nos hace es toda la parafernalia que implica este proceso. Por ejemplo, nos encanta ir a comprar la ropa deportiva necesaria para empezar a ir al gimnasio. Compramos siempre lo mejor, lo más fashion y en cantidad, puesto que tenemos que cambiar de modelo cada vez que vayamos. Las zapatillas último modelo que no falten. Si nos proponemos buscar el amor, iremos a comprar ropa para sentirnos más atractivos o incluso iremos a una clínica de belleza para contratar algún tratamiento facial o eliminar de nuestro cuerpo cualquier vello con láser.

La realidad es que empezamos con enormes fuerzas para llevar acabo nuestro propósito y mes a mes vamos perdiendo fuerzas como una Coca Cola abierta y acabamos teniendo el armario lleno de ropa deportiva que no usaremos y con una cuota del gimnasio de moda de la ciudad que seguiremos pagando religiosamente pero al que no acudiremos. Después, es evidente que hay gente con una enorme capacidad de sacrificio que tiene el pundonor de luchar por cumplir lo que se impuso, quizás, durante la noche de fin de año. Estas personas tienen toda mi admiración.

Yo no soy menos y también me he propuesto algo para este 2015. Y mi propósito tiene mucho más sentido con la edad que ya voy teniendo. Con las 41 primaveras que me contemplan ya te das cuenta de que cada año pasa a mayor velocidad y que cuando te quieres dar cuenta estás otra vez tomando turrón o comprando regalos.

Mi propósito tiene mucho más peso cuando ves en los telediarios que hay personas que, según ellos por motivos religiosos, se creen con el poder de quitarle la vida a unos periodistas, o personas que, según ellos por motivos deportivos, se creen en posesión del mismo poder para quitarle la vida a alguien por el simple hecho de no ser del mismo equipo.

Mi propósito tiene más fuerza cuando ves en esos telediarios que hay gente a la que le quitan su casa porque no puede pagar la mensualidad de su hipoteca o que no tienen para comer. O cuando ves que hay políticos que nos hablan de crisis y de apretarse el cinturón mientras ellos guardan fortunas en paraísos fiscales.

Por todo esto lo único que me he propuesto para este 2015 es muy simple y recomendable: disfrutar. Sí, eso es lo que voy a intentar hacer todo este año. Disfrutar del equipo que tengo en mis manos, que me hicieron sentirme muy orgulloso de ellos por primera vez en la temporada en Melilla a pesar de perder (pero cómo perdieron...). Disfrutar trabajando con ellos, dirigiéndolos y luchando junto a ellos frente a los equipazos que hay en esta LEB Oro. Disfrutar de mi trabajo cada día, porque yo sí tengo claro que tenemos en nuestras manos un equipo muy joven (el viernes pasado jugamos contra Palencia presentando un equipo con una media de edad de 17,9 años), con las dificultades que conlleva trabajar con gente tan joven pero con las satisfacciones que también tiene.

Disfrutar del baloncesto, algo muy fácil este año en Málaga, con el Unicaja como líder de la ACB (¿desde cuándo no vemos esto?), clasificado para un Top 16 precioso donde veremos pasar por el Carpena a los mejores equipos de Europa y todos con el mismo discurso tan cierto como gratificante de hablar de nuestro equipo como uno de los que mejor baloncesto hacen en el continente.

Disfrutar de lo que tengo, de Ana, de Gabo, de mi familia, de mis amigos. Y es que yo soy como esos políticos, millonario pero en cariño, sin tener que esconderme nunca dejaré de serlo, mi fortuna no tiene caducidad.

Desde estas líneas os animo a disfrutar de la vida como yo voy a hacer en este 2015, sin descanso, sin desperdiciar ni un día ni una hora. Ya os contaré en diciembre cómo me fue...