El fenómeno Podemos tiene a todo el mundo desconcertado, aunque de momento su previsión de auge se limite a las encuestas, balas de fogueo que entretienen a la espera del duelo real (y para algunos mortal) en las urnas. Que un partido de apenas unos meses de vida amenace con zamparse electoralmente a IU y supere ya en estimación de voto al nuevo PSOE de Pedro Sánchez es síntoma de muchas cosas, pero sobre todo del absoluto y justificadísimo cabreo que los ciudadanos tienen con la clase política tradicional, incluyendo por supuesto al PP. En el mundo económico, la irrupción de Podemos inquieta, principalmente por la ambigüedad de sus posiciones, algo que muchos consideran una estrategia calculada. El reproche más habitual a la formación de Pablo Iglesias es que realiza un perfecto análisis del hartazgo de la ciudadanía pero sin que sepamos todavía qué modelo económico plantea y qué medidas aplicaría para resolver la crisis en una economía de libre mercado como es la española, ligada al marco comunitario. De momento, escuchando a Iglesias y a los suyos (y mira que hablan) resulta difícil precisar hacia donde se encaminaría exactamente España y cuál es el mensaje que se transmitiría al mercado y a los inversores, cuestión para nada baladí. Decía el pasado miércoles el presidente de la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA), Javier González de Lara, que su patronal no tiene prejuicios de entrada hacia ninguna formación política aunque dejaba caer que hay partidos que, a su juicio, tienen más claro que otros conceptos como la libertad de empresa y de mercado. Podemos tiene legítimo derecho a proponer lo que crea más oportuno, pero debería empezar a aclarar ya ciertas cuestiones y a retratarse con propuestas concretas y realistas. Por lo pronto, el referente político con el que se puede hermanar a Podemos es el flamante gobierno griego de Alexis Tsipras y de su pintoresco ministro de Finanzas, Yanis Varufakis, que nada más llegar se las está teniendo tiesas con sus socios europeos. Varufakis lleva unos días de gira europea por Roma, París, Fráncfort, Londres y Berlín y se está llevando bastante palos en su órdago para la reestructuración de la deuda helena. El BCE, además, ya ha anunciado que no aceptará sus bonos como garantía en sus operaciones de refinanciación al no estar claro si Grecia se acogerá a un nuevo plan de rescate. España, afortunadamente, no está en la situación de Grecia pero, viendo cómo se las gasta Syriza, sería bueno que los españoles conocieran de una vez la letra de esa música que Podemos les lleva casi un año tarareando al oído.