Pese a la crisis, al paro, a la emigración, pese a los jueces, ministros y presidentes, pese a los medios y a los columnistas, pese a todas las campañas y a los nuevos partidos, el socialismo andaluz muestra una vez más sus profundas raíces y desconcierta a todos con una nueva victoria electoral.

Hay una constante española: el respeto que ha tenido este país por las urnas en democracia. El franquismo se construyó callándolas durante cuarenta años, o poniendo urnas manipuladas, como la Restauración. Es más, la guerra civil fue la consecuencia de abortar por la fuerza el resultado de las elecciones de 1936.

La victoria del PSOE es fruto de la crisis y de su diferente gestión en Madrid y en Andalucía. Más de los gestos en ese abordaje, que de sus resultados. El PSOE ha hecho sus deberes con sentido común: una derrota asumida -la de Rubalcaba- y un relevo con primarias ganado por Pedro Sánchez; una retirada honesta -la de Griñán-, un acertado liderazgo nuevo y femenino -el de Susana Díaz-, y finalmente, el gesto político de hablarle a la gente, mostrar las propias limitaciones para abordar la crisis, pero al mismo tiempo situarse a su lado de manera incontestable, enseñar el lado humano de la política en vez de la soberbia, la lejanía, la prepotencia que caracterizan al gobierno popular de Madrid.

Esto de Andalucía tiene mucho que ver con los gestos, los sentimientos y las emociones de la política en el sur. Si en la derecha se manifiesta por su cercanía a los valores católicos -el firme donde se asientan sus convicciones-, en la izquierda lo hace en la fe laica en sus ideas sociales, una religión secular no exenta de claves emocionales.

Además, Blas Infante, cuyo Ideal Andaluz cumple ahora cien años, nunca quiso crear un partido político, como sí hicieron Prat de la Riba o Sabino Arana. En ese gesto originario va todo el mensaje del nacionalismo andaluz: anda repartido para quien mejor lo interprete y produce democracia en vez de división. Al formularlo, percibió claramente la parte española que incluye la manera de ser nacionalistas de los andaluces, mirando siempre al conjunto de España desde Andalucía.

Pero los inventores del moderno nacionalismo andaluz lo dijeron muy claro al nacer: la única forma de ser nacionalista en Andalucía es ser socialista, y la única forma de ser socialista en Andalucía es ser nacionalista. Cámbiese socialista por izquierdas y tendremos la ecuación completa. Rafael Escuredo se encargó de aplicarla al PSOE. Mientras Andalucía sea una región atrasada, en democracia, la gente se inclinará a la izquierda. Con más intensidad si el gobierno de la nación es conservador y presiona para apoyar a sus fieles de Andalucía.

Es tiempo de liderazgos fuertes en este sur golpeado por la crisis. Esta vez, femeninos, por la generosidad y la agudeza de Griñán. Un liderazgo inédito que ha mostrado muchas de las mejores componentes de Andalucía: personalidad, cercanía, generosidad, solidaridad, capacidad de sufrimiento, paciencia, la tranquilidad que imprime una rica historia y esa actitud tan andaluza que señalara Domínguez Ortiz u Ortega, de la propia autoestima bien guardada bajo un perfil discreto y humilde. Los andaluces, que parecen estar esperando siempre, distinguen perfectamente a quien llega y cómo llega. Dos nuevas fuerzas políticas se han asomado a los andaluces con respeto, y les han respondido. Otra no ha sabido asumir sus decisiones, se ha mostrado insegura, y lo ha pagado. La ciudadanía, más que los partidos, ha forzado un cambio histórico al panorama andaluz. Todos deben aprender la nueva lección de los andaluces. Porque ellos ya están pensando en la siguiente.

*Cubero es profesor Titular de Historia Contemporánea de la UMA