Avalancha de datos, ahora tenemos un montón de estadísticas que nos aseguran que la Semana Santa ha sido estupenda, que es lo mejor, que ya no hay crisis y que por favor vaya votándome que se me hace tarde. Cuando las noticias que se publican son «no noticias» se convierten en obviedades. Si además se basan en datos que no son más que estimaciones se convierten en publicidad. Si la publicidad sólo cuenta una parte interesada pasa a ser propaganda. Y así todo.

Decir que en la Semana Santa «ha venido mucha gente» no es un dato, tampoco lo es decir que se ha visto más «alegría en el gasto», ni «estimar» lo que se gasta o el impacto económico, y mucho menos si no se dan cifras comparando con una semana normal, ni poniendo encima de la mesa lo que cuesta la Semana Santa (Limasa, EMT, Protección Civil, etc.).

No voy a entrar en si la Semana Santa es un acto religioso o no, porque es evidente que no lo es y las evidencias, como decía Don Santiago Amón, no necesitan demostración. Una de las formas más sutiles de opinar es solo hablar de lo que se quiere adoctrinar y ocultar el resto, de este modo obligas a tu interlocutor a escoger entre susto o muerte.

Es posible que algunos datos macroeconómicos nos den algo de tendencia alcista, pero no lo sabremos hasta que no sea suficiente como para cambiar lo que iba mal: el bolsillo de toda la gente; y hay que hablar también de lo que debe mejorar, porque si no todos aquellos mensajes del inicio de la crisis de «al menos nos servirá para aprender» se quedarán por el camino y ni siquiera aprenderemos. Una Semana Santa o una feria son tan buen indicador económico como una venta aislada de un empresario o un nuevo producto que se venda bien porque antes no existía.

La economía debe ser real, no artificial (me acuerdo de los chalecos amarillos) y sostenida en el tiempo. De otro modo estaremos hablando de un falso milagro y no de una resurrección real.