Con Mariano Rajoy nunca pasa nada. El presidente del Gobierno se aplicó hace más de una década una capa de brea que permite que le resbale absolutamente todo lo que pasa a su alrededor. De eso han aprendido bien parte de las nuevas generaciones del PP. La de Bendodo, por ejemplo. Sin embargo, algunos líderes populares han decidido poner pies en polvorosa y abandonar un barco que -pese a la palabrería vacua de sus dirigentes- parece sumirse en un importante retroceso.

A Rajoy le da igual lo que pase a su alrededor, está acostumbrado a esconderse en la cueva a hibernar. Una pena. Decía el lunes que era tiempo de salir, de dar la cara, de reenfocar su estrategia. ¡Ay, Mariano! ¿Cuántas veces no has dicho eso antes? Es difícil creer que el presidente vaya a cambiar. Al fin y al cabo a él no le ha ido tan mal escondiendo la cabeza cual avestruz mientras a su alrededor iban cayendo compañeros. Me lo imagino, a veces, sentado en la puerta de Génova viendo pasar cadáveres de amiguetes con su cara de «esos asuntos a los que usted se refiere». ¡Qué gran actor se ha perdido la comedia!

Los últimos cadáveres, apilados en la carretilla de muertos apestados, son los de Luisa Fernanda Rudi, Juan Vicente Herrera, Fabra, BauzဠDicen que hasta Cospedal está con los estertores de la muerte política. Pero a Rajoy le da igual, él flota. Está en el agua y no se moja, no se ahoga. Al revés. Ha decidido construir un puente de plata para que vayan cruzando a la otra vida todos aquellos que le han prestado servicio y que ahora no le sirven. Otros vendrán a engrandecer la figura del líder, como Pablo Casado -ese muchacho con pintas de mitinero de jersey- que está llamado a ser la nueva cara del PP... Buenos marrones ha empezado a aliviar y así parapetar la figura de Rajoy. Lo que tienen que tragar los nuevos.