El otro día tuve que coger un vuelo y en un momento de la espera me pareció estar protagonizando Mi gran noche de Alex de la Iglesia, una locura coral basada en el enredo claustrofóbico con protagonistas de lo más variopinto.

En vista de que en las pantallas no emitían porno como hicieran en el aeropuerto de Lisboa, y como la espera se alargó más de lo debido porque una facción del Estado Islámico decía haber derribado un avión cargado de ciudadanos rusos me senté en una esquina relativamente alejada de la puerta de embarque, así mataba dos pájaros de un tiro: desde esa perspectiva tenía una amplia visión para analizar todo esto que hoy les cuento y además evitaba a esos ansias que dos horas antes ya están haciendo cola aunque los asientos estén asignados.

Por un lado vi a Pablo Iglesias que volvía de Bruselas tras renunciar a su acta de eurodiputado cuando se cruzaba con Justin Bieber que abandonaba España dejando atrás grandes muestras de raciocinio y educación. Pablo le pidió un autógrafo pero el niñato de gorra por cerebro le miró como diciendo que él con bajunos y con tiesos no quería cuentas.

Un poco más allá de aquella escena apareció una extraña familia disfrazada de Halloween. Se dirigían a Suiza e iban todos ataviados de vampiros excepto los padres, que habían elegido los tipos de Maestro Joda y Morticia Addams, así que no faltó el cachondo que desde el camuflaje que regala la espesura de cabezas gritó: manos a los bolsillos que han llegado los Pujol. Justin Bieber se volvió pero al no ver al excentral del Barcelona se sintió decepcionado y volvió a ensimismarse escuchando Mozart en sus enormes auriculares. Fucking spanish o algo así creo que dijo.

Otras que también esperaban y aprovecharon para decir algo llamativo fueron Lolita Flores y Lucía Etxebarria. La primera afirmó públicamente que su hermano Antonio nunca había estudiado ni hecho los deberes y que gracias a eso llegó a ser el genio que fue; la segunda ni corta ni perezosa subió el listón y manifestó sin recato que sin una educación sexual apropiada es más fácil que te violen porque no sabrías cómo afrontar esa situación. Así, ambas, tal cual, y tan a gusto se quedaron.

Cuando la espera para coger el avión se iba tornando insoportable resultó que las conversaciones fueron subiendo de tono al tiempo que la estancia se dividía en cuatro, a saber: los que estaban a favor y en contra del informe de la Organización Mundial de la Salud sobre el cáncer relacionado con el consumo de carne roja, y los que estaban a favor y en contra de Rossi o Márquez. Mierda no sé dónde ponerme, dijo Pablo Iglesias. Por lo visto estaba en contra de la OMS y a favor de Márquez pero sin querer ofender a los veganos italianos que bebían lambrusco barato junto a los baños. Y allí se quedó solo, cantando bajito por Krahe.

Por fin se oyó por megafonía la llamada para embarcar. Todos los pasajeros nos pusimos ordenadamente en fila y me dispuse a apagar el teléfono cuando recibí el siguiente mensaje de mi mujer: Han llamado de una funeraria de Málaga preguntando por ti. Les he dicho que al final era resfriado y no meningitis.

Ya lo ven. El Estado Islámico reivindicando el derribo de aviones rusos, Iglesias renunciando a ser eurodiputado, legiones de niñas rindiendo obediencia ciega al tonto de Bieber, los Pujol camino de Suiza, Lolita Flores y Lucía Etxebarria sentando cátedra, un gran piloto haciendo el ridículo, la OMS preocupando a los carnívoros y las funerarias anunciando su visita.

Cuando lo único falso de este artículo es que no he estado en el aeropuerto es que algo está fallando en este mundo, y lo que queda por llegar.