El Partido Popular ha ganado las elecciones generales. Pero es el más damnificado. Se ha dejado por el camino un volumen espectacular de escaños. Por dos razones interrelacionadas: lo increíble para grandes capas de la población del discurso de la total recuperación económica y el empuje de las dos formaciones llamadas emergentes, que ya se han ganado por derecho propio el título de plenamente asentadas. El PSOE mantiene el tipo. La sensación entre los socialistas es buena pese a que han obtenido el peor resultado de su historia. Menos de los 110 escaños que tenían. Nada es descartable. Ciudadanos ha pecado de optimismo. Irrumpe con fuerza y puede ser determinante en un contexto que obliga a hablar y pactar. Podemos es uno de los grandes vencedores morales. La suma de la formación original y las franquicias le granjean casi setenta escaños. Es sumamente importante que ese partido haya alcanzado resultados más que notables en Cataluña y Euskadi. En su ideario está cambiar el eje nacionalismo no nacionalismo por el de favorecidos, desfavorecidos. Y aunque están a favor de una consulta en Cataluña no está nada claro que su electorado sea secesionista o que en sus intenciones sea poner en la agenda como prioritaria lo territorial sobre otros asuntos. Los dirigentes de la formación morada ya hablaban anoche de impulsar una reforma de calado de la Constitución. Pero todo habrá de hacerse con diálogo. Con pactos. Empezando por el Gobierno. Empezando por quién lo formará y quién lo presidirá. Nada es descartable. Puede abrirse una etapa convulsa pero interesante en la que debe imperar el sentido común. Urge el diálogo desde mañana mismo. La llamada coalición de centro podría sumar 163 escaños (PP más Ciudadanos) por 159 de los dos principales partidos de la izquierda, el PSOE y Podemos. A los que podrían añadirse los de Unidad Popular y otros. Entran en juego también las cábalas sobre posibles abstenciones.

En Andalucía, parece que el PSOE no tiene problemas para ganar las elecciones. Sea el contexto que sea. Aunque retroceda y obtenga 22 escaños. Una contribución importante la de las huestes de Susana Díaz al mantenimiento de unas cifras no malas del PSOE nacional. Pero no es un contingente de tal calibre que legitime tomar un AVE a Madrid y lanzar una regañina a Sánchez. Claro que depende mucho de con qué elecciones se comparen los resultados, si con las pasadas generales o las autonómicas.

En la provincia de Málaga nadie se tildará de perdedor. El Partido Popular retrocede brutalmente y se deja veinte puntos, pero ha ganado en escaños en un contexto de fuerte competencia política. El PSOE tiene tres asientos y Ciudadanos y Podemos irrumpen con dos cada uno. Izquierda Unida ha estado cerca. Su campaña ha sido buena. No ha podido ser. Clara víctima de una ley electoral revisable. Hubiera sido deseable, ya puestos, que también Izquierda Unida tuviera escaño en la provincia, se hubiera logrado una mayor pluralidad.

Los partidos, principalmente los dos clásicos, harán lecturas orgánicas potentes. Se ajustarán cuentas. Se escurrirá el bulto ante posibles errores. Se tendrá la tentación de comparar porcentajes con otras provincias o con otras comunidades, con una cita electoral o con otra según convenga a los intereses del analista. Algunos de sus usos se muestran crudamente como caducados.

Sus maquinarias siguen siendo potentes sin embargo y el tiempo dirá si han oído los toques de atención. El bipartidismo aguanta mejor en la circunscripción Málaga que en otras muchas.