"El futuro de Cuba debe star en manos de los cubanos". Esta necesaria perogrullada de Obama, intencionadamente dicha en español, en su discurso en La Habana, abre una ventana en la Historia futura. No es absurdo calificar el futuro de histórico en la misma frase. Hay personas trascendentales que consiguen escribir con sus actos lo que será Historia en el futuro, como Obama.

Hablar del futuro, en este caso con la tinta de las esperanzas cubanas, es un revulsivo cuando la negrura de algunos escribe el presente con la tinta de la sangre que derraman, como ahora en Bélgica. Por eso hablar de miles de cubanos con la inteligencia intacta -que ése no es un pueblo tonto-, mientras escuchaban por la televisión y la radio únicas de la isla el discurso del primer presidente de la Yuma que pisa Cuba en casi 90 años, puede merecer una mirada desde este sur del Mediterráneo. Y a quienes sólo son algo en función del abominable e indiscriminado terror que causan, que les den candela.

Cuando hablo de La Habana suelo recordar que anduve por allí, asistiendo al Festival de Nuevo Cine Latinoamericano, diez años casi seguidos, y de vacaciones con parte de mi familia otro año más. La conozco. La quiero.

Otra frase, en este caso de Fidel Castro, presuntamente dicha en respuesta al periodista inglés Brian Davis en 1973 -aunque son varias las versiones que circulan al respecto y muchos deseos de que la frase no hubiera sido dicha jamás-, ha marcado el viaje de Obama con su familia a La Habana: «Estados Unidos vendrá a dialogar con nosotros cuando tenga un presidente negro y haya en el mundo un Papa latinoamericano»

Nos acostumbramos pronto a todo en estos tiempos de fugacidad patológica, pero el hecho de que EEUU tenga un presidente negro, con una mujer negra e hijas negras (no es una irrelevancia), no es un hecho sin más. Hasta hace apenas diez años a no pocos analistas de fuste les parecía poco menos que imposible que eso ocurriese. Respecto a un Papa latino, no me atrevería a valorarlo ya que es un negociado cuyo pulso he transitado poco. Aunque el hecho verdaderamente rompedor no es que Obama sea negro, sino que sea Obama.

El estúpido e injusto bloqueo a la isla con leyes como la Torricelli, promulgada durante la presidencia de Bush padre, y la Helms Burton durante la de Bill Clinton, no sólo han causado daño al pueblo cubano sino que han sido una formidable excusa para que la existencia del odioso enemigo imperialista fuera la causa de todos los males en boca de los Castro, empezando por el de la ausencia de libertad en Cuba. La existencia anómala de una base militar norteamericana no deseada en pleno territorio cubano, en Guantánamo, tampoco ha ayudado en nada a la democratización de Cuba. Quizá tan sólo a sentir aprensión democrática por cómo en esa base se ha aplicado la legalidad a los presuntos yihadistas, aunque la mención de Guantánamo aún no nos haya hecho olvidar el caribeño son de Guantanamera.

Exigir democracia desde nuestros estándares occidentales a Cuba y otras sociedades en latitudes complejas, y desde nuestras contradicciones, resulta a veces exasperante. Y denunciar que Obama en este viaje como «pato cojo», liberado de determinadas presiones al no poder presentarse a un tercer mandato (benditas constituciones americanas), se haya preocupado más en restablecer un mercado que en exigir democracia a Raúl Castro, lo único que demuestra es que pocos de quienes le critican han paseado por el malecón al anochecer con tormenta en el Caribe Atlántico.

Con su voz de locutor y sus andares deportivos, Obama ha trenzado un discurso apasionante -dicho en tiempo de Pasión por las calles malagueñas-. Ha metido el dedo en la llaga sin perder su sonrisa de anuncio de dentífrico. «Usted no debe temer las voces diferentes del pueblo cubano», le dijo Obama a Raúl Castro, que le escuchaba en el Gran Teatro de La Habana. «La democracia le da a las personas la posibilidad de soñar€» Se dirigió especialmente a los jóvenes (Fidel es casi nonagenario y Raúl tiene 84 años) invitándoles a «construir algo nuevo». Denunció las «detenciones arbitrarias» de quienes se manifiestan y critican al gobierno. Admitió que en Estados Unidos también hay «fallos», desigualdad, pena de muerte y discriminación racial, y dijo que el debate sobre todo ello que permite la democracia «es saludable». Mientras hablaba, tras los ojillos de viejo zorro de Raúl se agrandaban sin retorno los ojos como platos de miles de cubanos. Qué bolá, Barack€