La divina, y a veces burra y divertida Victoria Abril, se ha dado un garbeo por España promocionando su última película. Victoria Abril es un cañón verbenero a la que no veo desde la edad del hielo de la Primavera Cinematográfica de Lorca en su décima edición. Era marzo de 2006, y la actriz presentaba en el Teatro Guerra uno de sus caprichos de consentida, su primer disco, Putcheros de Brasil. No, no es lo mejor que he escuchado en mi vida, pero tenía gracia su voz ronca dándole al portugués brasileiro y chispeante. Han pasado 10 años. 10 años de tantas cosas. En Likes, el programa de Raquel Sánchez Silva para el canal #0 de Movistar, producido por 7 y Acción, la de Pablo Motos, dicen que ven la vida «a través de las redes sociales», y que quiere ser «entretenido, divertido, informativo y viral». Pero va a ser que no, al menos el día que toca «si no quieres caldo, toma dos tazas». Nada es así si en el plató está Mario Vaquerizo, ese ser estrambótico y patético. Y está. Este avispado habla en femenino, pero no como revulsivo, no para reivindicar eso del lenguaje igualitario -pamplina ridícula del todos y todas, españoles y españolas, obreros y obreras, o el lenguaje y la lenguaja, como circula por la red una coña sobre el asunto- sino porque ella, seguro que le gusta el femenino, es la más moderna, la más descarada, la más guarra y perdularia. Vamos, para vomitar. Sólo tienen que verla como jurado -o jurada- en Levántate. All start, el último mojón de Telecinco, copia china de Tu cara me suena. Pues bien, a Likes acudió Victoria Abril para hablar de Nacida para ganar, comedia de Vicente Villanueva, con Alexandra Jiménez y Cristina Castaño, pero donde más me gustó fue en su visita a Late Motiv, lo de Andréu Buenafuente.

Say yay, yay, yay...

Junto a la malagueña, que vive en Francia, donde trabaja en una serie de mucho éxito, se sentó la mujer de Buenafuente, Silvia Abril, parodiando a Victoria. Consiguieron unos minutos de televisión memorable, cómplice, inteligente, esa televisión que te deja buen sabor de boca, esa que de repente, sin darte cuenta, hace que te descubras en un ambiente plácido donde te dejas llevar sin estar tenso. Lo contrario a lo que sentí viendo lo poco que vi de la última entrega del mencionado Levántate. All stars. Hay que tener cuajo para soportar las caras de vieja desdentada y loca de Vaquerizo, para no esputar cuando oyes sus estúpidos comentarios. Hay que tener inmensas tragaderas para no salir cortando cada vez que Alaska se pone intensa evaluando la actuación de un tal Toño Sanchís, el que fuera representante de Belén Esteban, o para no llorar de incredulidad cuando aparecen Los Chunguitos dejando su rastro de premiada ignorancia, de estulticia alabada, su perfil de cromañones servidos como pasto de una audiencia conquistada, abducida y catequizada por los valores que fomenta con soltura Telecinco, nacida para ganar -50 millones este primer trimestre del año trasegando espectáculos basura-. Jamás volveré a sentarme delante del televisor para ver esa mamarrachada que presenta con alucinante naturalidad Jesús Vázquez, que ha dicho que está feliz porque, al fin, tiene un programa donde se siente más él que nunca, y que Vaquerizo es puro espectáculo, oro puro -de verdad que me pregunto si el equivocado soy yo, que seguro que sí-. No acaba mi drama ahí. Otra que nació para ganar -menos Eurovisión, seguro-, es Baréi, ya saben, la del festival. En realidad se llama Bárbara, pero ella es distinta, tiene edad de señora, pero hace cosas de niñata, pone caritas a la cámara, y abre sus deditos así, con la v de victoria, o se tapa la boquita así, como la enfermera del cartel que pide silencio, o baila liando sus pies como una trilera trasnochada. En el año del 400 aniversario de la muerte de Cervantes, TVE se pasa el español por el chichi y en Estocolmo permite que Barbarita cante, Say yay, yay, yay. Ni Los Chunguitos, nacidos para espantar.

El pujante Pujalte

Pero el que esta semana ha dicho aquí estoy yo, que lo tiro, ha sido Mariano Rajoy. No se ha ido la campaña electoral del 20D cuando ya tenemos encima la del 26J. Así que el vídeo de Rajoy, como el nuevo caso aislado diario de corrupción, blanqueo de dinero, o financiación ilegal del PP valenciano, que no falla, ha llegado a casa. Buff, la leche. Es ese tipo de vídeos que te hace vibrar, que te levantan del asiento, que si fueras público de Levántate. All Stars no te sentaba de nuevo ni tu madre a cogotazos. Es ese en que, maquillado como un travesti de burdel barato, habla desde la Moncloa -uso indebido de instituciones públicas, dicen desde el PSOE- para recordarnos que el fin del mundo está cerca si el personal, gilipollas, vota lo que no debe. Los ojos de Rajoy, que siguen con dificultad el texto que le han puesto delante, son un poema descarriado. Su lengua baila en la boca, y su gesto de permanente espanto y despiste acaban siendo el mensaje. El resultado, un hombre acabado, monocorde, tramposo, mortecino, frío, antiguo, cansino, gris, un tipo nacido para aburrir. Cuando el martes firmaban Pablo Iglesias y Alberto Garzón la alianza entre Podemos e IU el cielo se desgarró manando el veneno de la birra del pacto, y Rajoy el indecente, y Pedro Sánchez el ruiz y mezquino, se miraron con amor pensando en el yogurín Rivera para encamarse la misma noche del 26J. Oh, pero nadie contaba con el pujante Pujalte, don Vicente Martínez Pujalte, el payaso de la política, el tipo que iba en nombre del PP de plató en plató para hablar de decencia y honradez con su puntito chocarrero que ahora descubrimos como estrategia de despiste, para enmascarar sus tropelías, este tipo, este murciano choricero, es un pillo de libro. Investigado por presuntos delitos de falsedad documental y cohecho, el pájaro, ahora exdiputado, se contrataba a sí mismo gracias a ingenierías financieras de sinvergüenza que pone el cazo simulando que trabaja. Vamos, un perla. Nacido para estafar. Como el personaje de Victoria Abril en la peli mentada.

La guindaLujuria adolescente

Al cabo de los años nos enteramos de que los jovencillos de Física o Química, la mítica serie de Antena 3 para adolescentes carpeteros, era una bacanal después de la grabación. Todos con todos. Lo dijo hace tiempo Úrsula Corberó, que trabajó en la serie y ahora es la hija del embajador español en Tailandia -La Embajada, miércoles, Antena 3-. Pero ahora la noticia ha sido recuperada. Y arrasa en las redes. El sexo es un valor seguro.