Ignorantes, por Gustavo García-Valdecasas

Como es habitual en la calle Ollerías, los que van en bicicleta, más/menos el 80%, circulan por las aceras, pero angelitos que ellos no tienen la culpa de ser ignorantes y además presumir de serlos. Hoy como cualquier día que voy con mi perro por la acera, y éste atado, viene uno en bicicleta y no puede pasar porque con mi perro ocupó toda la estrecha acera. Se lo hago ver y me contesta: «¡Qué no estamos en tiempos de Franco!», y añade que él puede circular por aceras y por donde le parezca. Pobre ignorante. Gran parte de la culpa de esa ignorancia la tiene el Ayuntamiento de Málaga, que tantas cosas hace, pero que se ha olvidado de los peatones, se ha olvidado de los ignorantes y de las placas que señalicen que no se puede circular por aceras inferiores a tres metros de anchura, y menos en dirección prohibida. Pero esto lo pedimos los peatones a gritos. Yo incluso lo pedí por escrito y con su consiguiente registro. Otra parte de la culpa la tiene la Policía Local, que los ve circular en zonas prohibidas y por las aceras y como si no pasara nada. Al ser la calle Ollerías una vía importante de entrada al casco histórico pasa afortunadamente muchas veces la Policía Local pero los ignorantes de las bicicletas campan a sus anchas. Otra anchísima calle del Centro, frecuentada por bicicletistas, en la que cierta vez llamé a la Policía Local, y les dieron la razón a los de las bicicletas, es la de Andrés Pérez, muy conocida por el super ancho de la vía. Esta carta se la dedico con especial interés a nuestro alcalde, pidiéndole medidas justas, y también al Sr. Lavado, a quienes daré traslado de original.

La fiesta nacional, por Juan Fernández Sánchez

Se puede estar o no de acuerdo con los toros, y el que escribe esto sólo asistió una vez a una corrida hace mucho tiempo en Cercedilla y no lo hará nunca más, pero las barbaridades que han dicho y escrito muchos, alegrándose de la muerte de Víctor Barrio, insultando y vejando al difunto y a su familia, es un ejemplo más del gran número de mentes enfermizas que pululan por España. Y es que la fiesta nacional no son los toros, sino el insulto canalla y burdo que los cobardes, medio escondidos en las denominadas redes sociales, que en realidad son asociales, pretenden maquillar y justificar con peculiares derechos de libertad de expresión, mientras se ven apoyados por los palmeros descerebrados de siempre, algunos de ellos escribiendo perlas cultivadas en sus columnas, así como políticos, unos ya con sillones de alcalde y concejales, y otros aspirando a una poltrona en el Congreso de los Diputados.