Por fin comenzó la competición más bonita que existe para todos los deportistas y los amantes al deporte, los Juegos Olímpicos. Y digo por fin porque cuando finalizan los últimos tenemos que esperar cuatro años para que se celebren los siguientes, y cuatro años se hacen muy largos.

Bien es cierto que todos sabemos que cada vez están más politizados. Da igual el proyecto que presentes para ser país organizador. Da igual las infraestructuras e instalaciones que tengas. Hay cosas más importantes que se deciden en lobbys en los que la capacidad de organización de tal o cual país dan un poco igual y en los que la política y el dinero son mucho más importantes.

También da pena que la cita más importante del deporte mundial esté cada vez más salpicada por el dopaje. Siempre hay algunos listos que pretenden hacerse eternos en la historia del olimpismo haciendo trampas. A veces hasta orquestados por su propio país. Miren el pollo que hay montado con los deportistas rusos que, protegidos e instados por su gobierno, parece que no han sido muy legales logrando un récord de positivos en controles hasta el punto de que iban a pagar justos por pecadores y ha podido quedar expulsada toda la delegación.

Uno de los aspectos que hacen preciosos los Juegos Olímpicos es el hecho de que todos los deportistas (salvo casos excepcionales) viven en la villa olímpica. Allí conviven profesionales y amateurs, famosos y desconocidos, aquellos cuyo objetivo es ganar y otros cuyo objetivo ya está cumplido acudiendo a la cita. Esto hace que puedas cruzarte en el comedor o por las calles de la villa con tus ídolos e inmortalizar el momento. Así como dicen que hay fiestas impresionantes protagonizadas por aquellos que van acabando su participación y que no dejan concentrarse a los que todavía no han competido. Dicen que las marcas de productos anticonceptivos hacen su agosto...

España, como en cada cita, presenta una delegación importante. A pesar de eso, aspiramos a unas diecisiete o dieciocho medallas, que parecen pocas. Me da que, nuevamente, serán nuestras chicas las que van a mantener nuestro medallero y a levantarnos del sillón más veces por hacernos vibrar. Lo más bonito es verlas competir independientemente del deporte o la disciplina que realicen. Son un ejemplo para todos.

Nuestro abanderado, Rafa Nadal, es una de la más importantes estrellas de los Juegos. No está en su mejor nivel por la lesión en la muñeca de la que no acaba de recuperarse, pero es uno de los deportistas más perseguidos por todos porque Rafa es mucho más que un deportista por los valores que representa. Somos uno de los países más envidiados, si no el que más, por quien porta nuestra bandera en la ceremonia de apertura. Seguro que Nadal nos dará más de una alegría y ganará para nuestro país alguna medalla. Y si no es así, da lo mismo porque no empañará el orgullo de que nos represente.

Otra opción muy bonita de medalla es la de la selección española de baloncesto masculina. Lo es porque serán los últimos juegos para la generación del ochenta, un grupo de jugadores que han elevado al baloncesto español a los puestos más importantes en el panorama mundial. Nunca olvidaremos las últimas finales olímpicas de los nuestros jugando de tú a tú contra E.E.U.U en Londres y Pekín. Sería un broche de oro despedirse con la medalla de oro en Río. Será muy difícil porque, desde que Mike Krzyzewski es el responsable en el banquillo, es un placer ver jugar en la cancha al equipo americano y cómo se comporta fuera de ella. Ahora bien, al igual que nos pasa con Rafa Nadal, nos vamos a sentir igual de orgullosos de nuestro equipo de baloncesto masculino ganen medalla o no.

Reconozco que hay momentos especiales como ver competir a Michael Phelps, Usain Bolt, el USA team de baloncesto, nuestro Rafa Nadal o nuestra selección española de baloncesto masculina (por lo que son) y femenina (por lo que transmiten). Pero para los frikis del deporte como yo, nos quedan unos diecisiete días apasionantes delante del televisor. Y es que lo mismo me da que haya un partido de baloncesto que se televise la jornada de vela. No soy nada selectivo. ¡Lo veo todo!