Málaga es una gran ciudad. Con sus cositas. Tantas que emulando a Joaquín Sabina con su amada Madrid, Pablo Alborán podría dedicarle unos versos en plan «Yo me bajo en Vialia, yo me quedo en El Perchel». Y como gran ciudad que es, la capital de la Costa del Sol tiene hasta su metro. Dos líneas nada más, cortitas, pero todo se andará. Y el jaleo de las obras para llevar el subterráneo hasta mitad de la Alameda Principal es la principal excusa de muchos de los que aseguran que el problema del tráfico en Málaga es precisamente este, el metro y las obras que conlleva. No podían estar más equivocados. El problema de la movilidad en la ciudad es un hecho que no se puede discutir, pero el mal no aqueja a un sistema de transportes que sin duda podría funcionar más y mejor, si no a los propios ciudadanos y que se podría resumir de la siguiente manera: el malagueño cuando se tiene que mover, no se mueve, y cuando no se tiene que mover, se mueve. Sea el medio de locomoción que se utilice en la ciudad, el problema se hace visible en menos de dos semáforos. Al volante, no les comento la lotería que supone entrar en rotondas como la de la plaza de la Solidaridad o el amplio cruce de salida de la avenida de Andalucía y, tras un intenso estudio de campo que ustedes mismos pueden realizar, es literalmente imposibles recorrer Camino de Suárez o apenas tres calles de El Cónsul sin tener que hacer un eslalon entre coches aparcados en doble fila. Sea el día y la hora que sea. En bicicleta, la cosa cambia poco, porque si a un turista que camina por la plaza de la Marina admirando la magnificencia de la noria se le puede perdonar que no advierta a sus pies un carril rojo por el que no debía estar andando, su «oh, excuse me» no es en nada comparable con el «¡Onde va con la bihicleta!» que espeta cualquier ciudadano local a pesar de cometer una clara invasión de carril aunque circule a pie. La indiferencia y la bravuconería es tal que quien les habla se ha visto discutiendo desde una moto con un señor que cruzó con su semáforo de peatón en rojo «bajo su responsabilidad» y actuando a modo de pivote móvil en mitad de la calle. «¿Acaso te ha faltado sitio para pasar?», añadió. Nada más que añadir, salvo que hoy empieza la Feria, y mucho me da que con actitudes de este tipo, las medidas de movilidad puestas por el Ayuntamiento poco o ningún efecto van a tener si no es el propio usuario, peatón o conductor el que entienda que cada cosa tiene su momento y cada carril su vehículo.