En la nueva fase del capitalismo del siglo XXI, la concepción que colocaba al ser humano en el centro de las cosas (antropocentrismo), ha sido profundizada y lo ha convertido en una fuerza geológica (antropocenismo). Esta profundización se va a intensificar aún más, con «la sistematización de las tareas, los algoritmos y los robots» que viene. En 20 años se prevé que desaparezca el 50% del empleo y sea sustituido por robots. La firma del «Acuerdo Integral de Economía y Comercio» (CETA) y demás tratados en negociación (TTIP y TISA) y los organismos modificados genéticamente (OMG´s), ahondarán el rumbo. Y por supuesto el cambio climático que padecemos.

Nos encontramos en un cambio de época tan importante como el que produjo la máquina de vapor, para el que no resultan válidas las recetas de hace 40 años. La explotación de los cuerpos ha tocado techo. El régimen neoliberal explota la psique, principalmente. Y ha intensificado la explotación de los territorios. En este contexto la izquierda está con el pie cambiado, sin apenas recursos discursivos. Sin proyecto. Melancólica. Se debate entre ser parte del universo neoliberal (socioliberales), o confrontar desde los márgenes del mismo (izquierda tradicional y nuevas izquierdas).

Es necesario que nos planteemos nuevas preguntas sin demora. ¿Es suficiente la igualdad para afrontar un planeta en cambio climático y un mundo sin trabajo, como el que se vislumbra? Aplicar la igualdad entre personas de países enriquecidos y países empobrecidos o dentro de cada país, hace saltar la alarma de la huella ecológica o de alguno de los indicadores de sectoriales de la misma (huella de carbono o la huella de agua). ¿Es legítimo tener igualdad a costa del incremento de la huella ecológica? ¿Es aplicable la igualdad en un mundo azotado por el cambio climático? ¿Debe ser sustituida la igualdad por la equidad?

A fin de evitar que el medio ambiente se consolide como una causa de desigualdad, ambiental, social o política, la igualdad, en el siglo XXI, tiene que ser remozada y reconstruida. Requiere que pongamos apellidos: «igualdad frente a», «igualdad dentro de». Igualdad frente al cambio climático, igualdad dentro de los límites del planeta. Para ello la igualdad debe ser atravesada de fraternidad, de empatía y de cuidado de los otros. Ser impregnada de una «ética de la responsabilidad», de equidad intergeneracional y de deber de cuidado de la biosfera. De esta manera, la igualdad queda vinculada, al igual que la libertad, a la justicia, y posibilita la satisfacción equitativa de las necesidades de la generación presente y de las generaciones futuras sin sobrepasar los límites ecológicos de la biosfera.

Si descendemos del mundo de las ideas a la realidad en la que nos encontramos inmersos, desde la ecología política, se pueden poner tres ejemplos que iluminen el camino por el que hemos de transitar. Primero, en referencia al empleo, la «renta básica universal» (RBU) es el derecho de todo ciudadano a percibir una cantidad periódica que cubra, al menos, las necesidades vitales sin que por ello deba contraprestación alguna. Algunos países como Finlandia, Holanda, o Islandia han comenzado ensayos -totales o parciales- de implantación. Segundo, referido a los OMG´s, la soberanía alimentaria es el derecho de los pueblos a alimentos nutritivos y culturalmente adecuados, accesibles, producidos de forma sostenible y ecológica, y su derecho a decidir su propio sistema alimentario y productivo. Tercero, el modelo económico verde ataca de raíz la explotación tanto del hombre como de la Naturaleza, su fin último es el bien común y la equidad entre generaciones, a través de decrecimiento de la producción, transición energética, economía social y transformadora y economía feminista. La pregunta es: ¿existe, fuera de la ecología política, visión y voluntad política para afrontar el cambio de época en que estamos?