Hoy no voy a entretenerles mucho, pues son las seis y diez de la tarde y no quiero perderme el espectáculo navideño de calle Larios. Por supuesto he cargado el móvil para hacerme el selfie de cada día al son de Queen y con esto le doy la razón a la concejala que mejor entiende nuestra idiosincrasia, tan malaguita, la señora Porras, que ya previó el éxito de esta gran obra que nos colma el ánimo fraternal desde la propensión a la epilepsia más entrañable y fotosensible. Le doy la razón porque ya predijo que calle Larios daría la vuelta al mundo durante estos días de homenaje a Freddie Mercury -¡y lo amables que han sido (supongo) sus herederos cediéndonos los derechos de sus canciones!-. «No hay más que ver los innumerables selfies que han circulado años anteriores por whatsapp», dijo Teresa Porras con orgullo el otro día, para explicar lo de la vuelta al mundo en 250.000 vídeos compartidos, antes de pulsar el botón de color rojo de adviento bajo la atenta mirada de Willy Fog. Yo estoy totalmente de acuerdo con ella. Son los whatsapp los que, a falta de libros, nos harán libres, jóvenes, guapos y deportistas, famosos en todo el mundo por nuestra Navidad cosmopolita, firmada por las bulerías del mismísimo Carl Orff. ¿Villancicos? ¿para qué? Si somos cruceristas. Afortunadamente no salta reguetón, y agradecido. O Siempre Así, ¡dios mío, no! Sí, podía ser peor. «Otra vez más vamos a sorprender y volver a ser un foco de atención mediática y turística en España durante las navidades», aseguró el otro día, y es verdad, no deja de sorprenderme, ya sea chisporroteando, adjudicando los contratos a dedo más legales del reino de España, o secando la ropa interior de las jóvenes resfriadas por culpa de la feria.

A la marquesa, lo que es de la marquesa. Un poquitín suyo es todo este coloso navideño en el que nos ha convertido. La Navidad no era nada para los malagueños, yo creo que ni sabíamos que existía, hasta que apareció el índice salvador de Doña Teresa y contrató a la empresa de lucecitas. Fuimos la segunda ciudad del mundo que más derrochaba de Iluminaciones Ximénez -esta vez sí, los segundos del mundo mundial-. Doña Teresa fue la ideóloga ejecutiva. La artista. La portera-delantera y entrenadora que nos ha transformado en campeones del mundo de las navidades más lucidas del Sur de Europa. No creo que haya más led por metro cuadrado en ningún lugar del mundo -otra vez del mundo entero, ¡alegría!-, que en calle Larios, tan estupenda. Porque en Barcelona se reparten los adornos en 100 kilómetros callejeando. En Madrid, en 32. ¿Y aquí?

Corren algunos bulos piadosos que convierten en mejor aún lo inmejorable de nuestra iluminación de Navidad. El primero, que me contaron en el bar de abajo, es que estos led mágicos que casi nos devuelven a los seres queridos por Navidad, gastan lo mismo que un secador. ¡Ole ahí, lo chulos que somos y lo poquísimo que gastamos! ¡Pues, ale, invito a otra ronda!¡Llena ahí, Pepe, hombre, que hay que celebrarlo! Y el segundo, que nos han copiado los adornos en Nueva York, para que los disfrute hasta Woody Allen con su perro. ¡Toma ya! Unos medianitos almacenes en Manhattan han contratado a lucecitas Ximénez para que ilumine sus escaparates y eso se ha transformado en una calle Larios en la gran manzana con Freddie Mercury y Carmina Burana con pandereta porrariana viendo beber los peces en el río. Guadalmedina. Me apunto con la zambomba y un borrachuelo a inventarme un tercero: me ha dicho el primo de Rajoy, el del cambio climático exagerado, que desde la luna no se ve el agujero de la capa de ozono ni la muralla china, que son falsedades salvo alguna cosa, pero que desde el Google Earth se ve un puntito luminoso extraño, que brilla con profusión a las 18.30h y a las 21h, en el centro mismo de nuestro ombligo.

Qué lista eres, Teresa. Cómo nos conoces. 600.000 eurillos y lo felizmente que nos haces idiotas. Para todo lo demás, mastercard. Corro, que me falta grabar el espectáculo bocabajo. Os mando un whatsapp.