Lunes por la mañana. Horario laborable donde los haya. Susana Díaz desde las Canarias hablando para la Ser de asuntos de partido, las primarias, Pedro Sánchez y esas cosas. Pero para conjurar los ataques que le pudieran venir por este flanco (o sea, no estar en su despacho institucional atendiendo asuntos de Andalucía) la estrategia está clara. Decía la presidenta: sí, yo estoy aquí, pero, ¿desde dónde hablan los líderes de la oposición?, ¿qué hacen?, ¿dónde están?

Alguien ha dado orden de llamar vagos a Teresa Rodríguez (Podemos) y a Juanma Moreno Bonilla (PP). A Juan Marín, de Ciudadanos, no, que es medio socio y no vaya a ser que en lugar de vaguear se tome el trabajo de poner trabas a la acción de Gobierno de Susana Díaz.

Con todo, el PSOE ha logrado que su argumentario haga efecto. En efecto. O sea: ¿dónde está Bonilla, dónde Rodríguez?, nos preguntamos. Bueno, nos preguntamos nosotros, los que nos hacemos la ilusión de estar en la pomadilla esta. La gente en la calle no. La gente en la calle se pregunta dónde está la panadería o dónde está el camino para llegar a fin de mes. O cuándo son las oposiciones a maestro o si el Carrefour estará abierto este domingo. Creo que no, por cierto. Los políticos (y sus asesores) son muy de preguntarse qué se pregunta la gente. A continuación hacen preguntas y ya luego todo se queda sin contestar, que es lo normal en el mundo de la política.

Moreno Bonilla está muy preocupado. Pero por su partido. A Antonio Sanz ya le ha dado Génova el placer para volver a optar a presidir el PP en Cádiz. Pero no va a dejar que Fernández de Moya y José Antonio Nieto vuelvan a presidir el partido en Jaén y Córdoba, respectivamente. Los tres tienen altos cargos. Y ahí está el agravio, en por qué a uno se le deja y a los otros dos no. Será que no son de la cuerda de quien pone la cuerda, que es como esos niños que se cabrean cuando los driblan y cogen, paran el juego y se llevan el balón, que para eso es suyo.

Nos queda una temporadita de políticos andaluces diciéndose unos a otros, no ya el tradicional «y tú más». Más bien el «y tú menos». El gran trabajo es decir que el otro no trabaja, lo cual si se repite mucho puede dar mucho trabajo y por ende dar trabajo a los asesores del zaherido o zaherida. Siempre nos gusta meter la expresión «y por ende», que queda como de ser un columnero de prestancia. A eso hay que aspirar y no a un vago dibujar las intenciones políticas.