A veces me pregunto si aquél que llamábamos «el Caudillo» y que nos deparó cuarenta años de paz de los cementerios está en realidad muerto y si no nos sigue rondando al menos como fantasma.

Leo, todavía fuera de España, la noticia de que un juez ha admitido a trámite una querella contra el Gran Wyoming y uno de sus colaboradores por un chiste sobre la monumental cruz del Valle de los Caídos.

Debo confesar que, aunque hay quien me lo reprocha, suelo relajarme muchas noches con su programa satírico. Sobre todo como contraste con el noticiero de nuestra gubernamental TVE.

Resulta El Intermedio a veces bastante gamberro e irreverente, pero así es muchas veces el humor, y así son también los programas equivalentes que uno ha visto en otros países.

Y, sin embargo, nadie se rasga allí las vestiduras por irrespetuoso o insolente que pueda parecerle el contenido, como últimamente ocurre con ciertos grupos católicos del nuestro.

Así, uno de ellos, dedicado a la defensa del Valle de los Caídos, se ha considerado ofendido en sus «sentimientos religiosos» por un chiste que contó en ese programa un colaborador del Gran Wyoming.

Según he podido leer en la prensa, pues no lo vi, aquél bromeó sobre la altura de la cruz del Valle de los Caídos y dijo que si Franco quiso que fuera tan alta es porque, si no, nadie iba a acercarse a ver «esa mierda».

Siempre me ha parecido horrorosa, al margen de las desagradables connotaciones políticas del monumento, esa cruz en medio de aquel paisaje rocoso.

Pero que alguien tenga que responder ante la justicia a más de cuarenta años de la muerte del dictador por referirse a una cruz de piedra en términos escatológicos por otro lado tan habituales entre nosotros es como una broma de mal gusto.

Por culpa de la dichosa «corrección política», hay últimamente en todas partes demasiadas sensibilidades a flor de piel, pero las más fáciles de herir en nuestro país parecen ser la religiosa y la patriótica.

Por desgracia lo del Gran Wyoming no es un hecho aislado, sino que este tipo de cosas ocurren con demasiada frecuencia últimamente. Hay muchos, demasiados, que no parecen haber salido de la sombra del franquismo.