Un Papa enfadado

Era lógica la foto del Papa «con cara de pocos amigos» con un Trump sonriente, hace pocos días. Pero, ¿por qué se repite ese gesto tan ceñudo de Francisco ante un Trudeau sonriente? Porque éste le pidió que, como ya han hecho las iglesias Presbiteriana y Anglicana, siguiendo las recomendaciones de la Comisión por la Verdad y la Reconciliación con los indígenas canadienses, intentara reparar algo el enorme daño causado pidiendo perdón por el llamado «genocidio cultural». En efecto, desde 1880 hasta 1996 se separó a unos 150.000 niños aborígenes de sus familias, internándoles en escuelas residenciales, desraizándoles de su cultura y familia, con abusos de todo tipo, y en todo ello intervino sobre todo la Iglesia católica. Pero hasta este mínimo rasgo de reconocer su culpa le parece demasiado a un Papa que promete mucho, pero que sigue sin resolver problemas tan graves, y tan eficazmente perseguidos ya en la esfera civil, como la pederastia clerical o el dinero negro, incluso mafioso, de la Banca vaticana. Más que al representante, creo que hay creer en el representado, que dijo: «Por sus obras los conoceréis».

María Faes RiscoMálaga