Ya tenemos nueva consejera de Sanidad, Marina Álvarez. No le arriendo las ganancias. Su puesto es uno de los potros de tortura más notorios que hay ahora mismo.

En buena medida porque sus antecesores han sido malos gestores, prometedores de falacias y bastante tuercebotas. Centralistas. La política sanitaria de la Junta de Andalucía se ha basado en la procrastinación, la conllevancia, el apaciguamiento, el camelismo. Lo que ha dado lugar a que la percepción general sobre la sanidad andaluza sea muy negativa, siendo como es la joya de la corona, un sistema universal y eficaz que no debería seguir deteriorándose por mor de una inoperante (corta) asignación de recursos económicos, o sea de pasta, dinero, parné, billetaje para construir hospitales, comprar jeringuillas, pagar enfermeros y pintar paredes.

Álvarez ha tenido un buen gesto viniendo con prontitud a Málaga. Con un poquito hábil que fuera, a estas alturas del cargo (dos semanas) ya habría estado en todas las provincias. Merece esos cien días de cortesía, aunque eso es menos que muchas listas de espera y no es menos cierto que con las décadas que lleva gobernando el PSOE en Andalucía ya hay algún indicio de cómo van a ser las cosas en según qué ámbito. Lamentablemente tenemos la sospecha de que lo único que va a cambiar en la gestión de la sanidad pública andaluza es la cara.

El otro día en Málaga: las mismas vaguedades sobre el tercer hospital, que si tuvieran de verdad intención de construirlo (al menos ha tenido la vergüenza de despojar al término del prefijo ´macro´, lo cual es ya es de por sí un cambio de políticas), lo construirían. O sea, se dejarían de tanta mesa de trabajo y comisión y grupo de expertos y bla, bla, nos vamos a dejar asesorar y bla, bla, bla, virgencita que vayan pasando los meses y tal y cual y más bla. Álvarez, galardonada con la Medalla de Andalucía, está considerada un referente andaluz y nacional en el diagnóstico y tratamiento del cáncer de mama. Es una científica solvente. Hasta ahora dirigía el Reina Sofía de Córdoba. Ojalá no se cumpla con ella el principio de Peter. No parece que le falte solvencia ni preparación ni ganas de trabajar. A ver cuánto tarda en contagiarse de la inercia. A ver cuánto tarda en revertir la desazón y cuánto en sentarse a hablar con las mareas de indignados. Con que empezara contratando los efectivos necesarios en la provincia para sustituir a los que se van de vacaciones ya estaríamos ante un buen comienzo. Comienzo sano.